lunes, 31 de mayo de 2010

Tintin en Cuba (I): Primeras impresiones

LA HABANA – 23.5.2010
El camino del aeropuerto al hotel es una buena toma de contacto cuando se llega a un país. Desde las afueras al centro de la ciudad, el recorrido atraviesa las capas que componen la mole urbana y permite ver a sus vecinos en su hábitat natural.

Lo primero que llama la atención en la carretera es la convivencia de los últimos modelos europeos y asiáticos – no así los americanos – con las carrocerías más clásicas, arrastradas por motores remendados hasta la saciedad durante décadas.

Otro de los atractivos de la ruta son los carteles que rodean la vía de entrada a la ciudad – después comprobamos que también las calles. Las grandes vallas que en el mundo capitalista publicitan el detergente de oferta en una cadena de supermercados aquí soportan las consignas políticas y, sobre todo, sociales del régimen. “Seguimos construyendo nuestros sueños”, “Trabajar: gran manera de honrar a padres gloriosos”, “Patria o muerte”.

Siguiendo con las curiosidades, es momento ahora de mencionar el calor. El sol se ponía mientras salíamos de la terminal y aún ahora, casi medianoche, el aire se puede cortar.

Hace 24 horas que me levanté para emprender viaje. Una ducha fría y a la cama.

viernes, 21 de mayo de 2010

Tintin se va a Cuba

Porque al mal tiempo hay que echarle cara. Porque nos tiene que dar el aire. Porque lo teníamos pendiente. Porque somos jóvenes. Porque es tan buen momento como cualquier otro. Porque hay tantos países que ver y tan poco tiempo. Porque la vida es para vivirla. Porque no podemos estarnos quietos. Porque no hace falta más motivo que las ganas. Porque nosotros lo valemos. Y punto.

Milú y yo ya tenemos hechas las maletas: ropa ligera y muchas ganas de andar. En Barajas nos espera un avión. Y al otro lado del mar La Habana. Con su malecón, con su barrio viejo, con sus gentes, con su música, con su ron. ¡Allá vamos!

jueves, 6 de mayo de 2010

Mauthausen 90.009


El azar ha hecho que terminase de leer este libro cuando se cumple el 65 aniversario de la liberación del campo de concentración de Mauthausen. Cuando leí la fecha en las últimas páginas, el relato de lo que allí había sucedido me tenía tan atrapado que ni siquiera pensaba en el día en el que vivo.

Aunque el título recorre al tristemente famoso nombre del campo de exterminio nazi, la historia de su protagonista es un penoso recorrido por Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Combatiente republicano en la Guerra Civil española, la victoria del bando nacional lo lleva a Francia, donde las autoridades lo recluyen junto a miles de compañeros en un campo de refugiados. La localidad austriaca de Mauthausen es sólo el final de este viaje, pero por medio quedan decenas de episodios por la República Francesa, el régimen de Vichy y la Alemania nazi.

Hombres cazando gatos para cenar, un niño disparando a prisioneros como a peluches en una feria, un barrizal repleto de cadáveres andantes buscando un charco para beber, toda clase de torturas. Seis años de penurias que ilustran a un tiempo hasta dónde puede llegar la crueldad humana y la capacidad de soportar la adversidad en situaciones límite.

Cuando no ha pasado ni siquiera un siglo, resulta difícil imaginar ambos aspectos aplicados a nuestros días. Siguen existiendo países que hacen de la brutalidad y la represión sus métodos de gobierno, pero el número de víctimas del genocidio nazi lo hacen especialmente macabro. Por otra parte, en una sociedad en que la comodidad personal es el mayor valor y la economía se ha impuesto a cualquier ideología política, parece complicado creer que alguien soportaría la rutina diaria de cualquier campo de concentración, ya fuera por sus convicciones o por simple instinto de supervivencia.

No fue agradable sentarse a leer esta historia, aún sabiendo que su protagonista sobrevivía para contarlo más de medio siglo después. No hay elementos edulcorantes que ayuden a suavizar el trauma como el amor por la música del pianista judío del gueto de Varsovia o los juegos de Roberto Benigni con su hijo. Aquí cada historia es una puñalada a la dignidad humana. Incluso las actividades de la resistencia dentro del campo no son más que una prolongación de la guerra, detestable en cualquier caso.

Pero aunque no sea fácil enfrentarse a estas páginas, contar con este testimonio – al igual que con muchos otros – es toda una suerte. Saber cómo hemos llegado al mundo de nuestros días es más un privilegio que una obligación. Por eso, no me queda más que dar las gracias a quienes lucharon para poder contar su historia y a quienes se preocuparon por recogerla para que nunca se pierda.

Camacho, E y Torregrosa, A; 'Mauthausen 90.009' : La historia de un andaluz en los campos nazis; Centro Andaluz del Libro; 2003.