viernes, 21 de diciembre de 2018

Tintin en Londres - Look left, look right

Luce el sol y hace frío: una bonita mañana de martes a mediados de diciembre. El bullicio habitual llena las calles. Londres me espera. 

Esta vez he renunciado a mi ya tradicional visita a Abbey Road. En su lugar, me he ido en busca de otro estudio, menos conocido, pero que también es fundamental en la historia de los Beatles. Está en el número 3 de Savile Row y es el lugar donde ofrecieron su último concierto en público como grupo. 


Una fría mañana de invierno del año 1969 se subieron a la azotea, pusieron sus amplificadores a todo volumen y comenzaron a tocar mientras la gente que andaba en esos momentos por las aceras del Row se paraba y miraba hacia arriba. Y eso mismo hago yo, casi cincuenta años después, aunque hoy no se escucha nada. Los estudios de Apple han desaparecido y, en su lugar, hay una tienda de ropa infantil. Sólo en mi cabeza resuena la batería de Ringo marcando el galopante ritmo de Get Back, la última canción que sonó antes de que la policía, avisada por algún vecino, detuviera el espectáculo.

En mi paseo por uno de los barrios más caros de Londres, me dejo sorprender por la exuberante decoración de tiendas y galerías comerciales y por el pomposo alumbrado navideño, todavía apagado a estas horas de la mañana pero que, aun así, no pasa desapercibido.  Hay osos vestidos de traje de gala en un escaparate, un coche recubierto de vegetación y regalos de navidad, bolas y luces de todos los colores… Es extraño como, a veces, la sobriedad inglesa salta desaparece y deja paso al otro extremo del estilo: la ausencia total del mismo.

Por más que los ingleses sean unas criaturas bastante especiales, difíciles de llevar a veces, siempre me gusta volver por aquí. He de reconocer que la cultura británica ha sido desde hace mucho tiempo una gran influencia para mí. Será por eso que me siento como en casa. Eso sí, después de tantas visitas sigo sin acostumbrarme a que, al cruzar la calle, los coches vengan del lado contrario al que yo esperaría. Sé que es así, pero la fuerza de la costumbre es mayor que la de la razón.