jueves, 30 de diciembre de 2010

Apaga y vámonos

Que un canal dedicado a la información cierre para dejar sitio a veinticuatro horas de basura televisiva es algo más que una mala noticia. Es una muestra de hacia dónde se dirige esta sociedad, que quiso llamarse de la información y que con decisiones como ésta escupe directamente en su carné de identidad. Es una puerta que se cierra para los que todavía se interesan por lo que pasa a su alrededor. Es una bofetada a la profesión periodística.

No es ninguna novedad que los canales de noticias no cuajan en España. He conocido de cerca dos cadenas de radio todo-noticias y he visto cómo han ido eliminando espacios informativos para ofrecer productos que atrajeran más audiencia. Programas deportivos, magazines que hagan los contenidos más amenos... Cualquier cosa vale para pescar a un paisano más: media hora hablando del Granada 74 o de qué han hecho los oyentes en las últimas vacaciones. Pura actualidad. La política es muy aburrida. Lo grave es que esos eran medios públicos, que se supone cumplen un servicio público.

Hace unos días se retiraba el periodista de la CNN Larry King, que llevaba más de un cuarto de siglo entrevistando a las principales caras de la actualidad con unos niveles de audiencia bastante modestos. Sirva como muestra que su despedida – una cita con la relevancia suficiente para contar con la participación de dos presidentes – tuvo una audiencia de casi dos millones y medio de espectadores, pocos en un país de más de 300 millones de habitantes.

De vuelta a España, parece que ha dejado de ser importante tener una herramienta de manipulación ideológica. Una ración de noticias al día, mezclada con la ración de comida, es suficiente.

martes, 28 de diciembre de 2010

Fun, fun, fun

La Navidad me parece una época del año bastante contradictoria. Principalmente porque la gente celebra con toda clase de lujos la llegada al mundo de un niño al que, según cuentan, lo que le faltó al nacer fueron precisamente comodidades. Porque eso del pesebre suena muy bonito y con los años parece que ha ganado un toque de glamour – como si San José y María estuvieran de turismo rural – pero en realidad aquello no era más que un corral de mala muerte lleno de bichos. Sin embargo, pocos de los que estos días se sientan a la mesa con familiares y amigos se paran a pensarlo mientras se ponen hasta el tapón de comer y beben y beben como los peces del villancico.

Después está aquello de la época de la felicidad, los reencuentros y tal. Pero cada vez encuentro a más gente a la que la Navidad le entristece. Quizá sea porque los días libres dejan tiempo para sacar a la luz recuerdos de épocas mejores, quizá porque se van dando cuenta de que cada vez faltan más miembros de la familia, por tener que poner cara de alegría cuando a uno no le apetece o por esa sensación de felicidad empalagosa y artificial que inunda todo durante estos días.

Y, como no, los regalos. Hacerlos debe ser un placer, aunque cada vez más resultan una obligación. Para eso existen los productos comodín, que sirven para cualquiera a quien no se sabe qué regalar. Están el par de babuchas, el pijama, el jersey, la pluma, la bufanda, el pañuelo... Para los niños está el recurso de preguntar a los padres, que te adjudicarán un juguete de nombre impronunciable que podrás encontrar en cualquier gran superficie. Y marrón solucionado.

Este año, Milú y yo vamos a hacer una campaña a favor del entretenimiento tradicional: juegos de mesa y playmobil. A ver si los destinatarios disfrutan tanto jugando como nosotros buscando. Fun, fun, fun: ¡diversión!


PRÓXIMAMENTE EN SUS PANTALLAS

viernes, 3 de diciembre de 2010

Benditos los puentes

Empezamos lo que los más laicistas llaman el puente de la Constitución, a pesar de que yo siempre lo he conocido como el puente de la Inmaculada. Un anticipo de la relajación que, por la gracia de Dios y su Sagrada Familia y para regocijo de creyentes y paganos, supone el mes de diciembre.

Pero yo todavía no entiendo muy bien por qué los españoles debemos dejar de trabajar por el día de una Virgen. Y precisamente dos días después de celebrar que tenemos una magnífica Constitución, que precisamente dice en su artículo 16.3 “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Por eso, me pregunto qué motivos, si no los religiosos, justifican la designación de no laborables para días como este 8 de diciembre, Inmaculada Concepción; el 12 de octubre, Virgen del Pilar; o el 25 de julio, Santiago y cierra Españas, sus tiendas y sus oficinas.

Ni siquiera comprendo del todo por qué existen tantos días dedicados a Vírgenes distintas. Si algo creía haber aprendido sobre la religión en las clases de religión del colegio – en las que dedicábamos más tiempo a hablar de la violencia, las drogas y otras problemáticas de índole social – era que la Virgen María era una mujer que había dado a luz al hijo de Dios. Sólo una mujer, no veinte distintas. ¿O es que se festeja cada vez que se pone un traje distinto? ¡Por Dios, que alguien me lo explique!

Por si algún lector perspicaz pretende sugerirme que trabaje el miércoles, el día de Navidad o el Jueves Santo, termino lanzando mi propuesta para desfacer este entuerto: declarar festivos también los días del Ramadán, el Yon Kippur y cualquier fecha en la que algún ciudadano español necesite dedicarse a sus deidades. Y por si la idea no cuela, ahí va otra: días de asuntos religiosos. Como los asuntos propios pero para rezar, meditar o hacer penitencia.

martes, 23 de noviembre de 2010

En las nubes

La democratización de las cámaras digitales, la necesidad de retroalimentación en la sociedad de la información y demás vendidas de moto han llenado de un tiempo a esta parte los espacios que las televisiones dedican a la información meteorológica de fotos de las nubes. Pero en el fondo esto no es nada nuevo.

Me veo a mi mismo hace veinte años, de la mano de mi abuelo – ¿o es uno de mis tíos? – andando por el paseo marítimo de Cádiz mientras se pone el sol, buscando en el cielo animales, barcos o castillos de color rojizo. Quién no se ha parado para levantar la cabeza y mirar las nubes buscando en ellas formas terrenales.


Esas pequeñas masas de vapor acuoso son lo más cercano que tenemos de un cielo que nos maravilla e intriga al mismo tiempo y que por alto que volemos siempre sigue sobre nosotros. Por eso, y también por la forma en que juegan con la luz del sol, son el objetivo de muchas fotografías y se cuelan en muchas otras para tapar el aire, como en ésta mía.

Volviendo a la tela, el boletín meteorológico es el ejemplo perfecto para desmontar la excusa de la gente que dice que no lee el periódico o no ve los telediarios porque están llenos de malas noticias. A un sevillano le importa poco un accidente de tráfico en Salamanca. No lo desea y por supuesto lo lamenta, pero no cambia su vida. Que den lluvia para el puente sí que es una mala noticia. Pero la gente no se levanta de la mesa hasta que ponen el tiempo.

Sin embargo, la competencia de los sitios de Internet que dan previsiones a dos semanas vista ha obligado a estos espacios a transformarse. Otro ejemplo es el del “hombre del tiempo” que ha evolucionado poco a poco. Empezó siendo un científico: serio, mayor, conocedor y usuario de palabras extrañas. A continuación llegaron las señoritas de buen ver, poniendo al mal tiempo buena cara. Ahora el presentador del tiempo, hombre o mujer, tiene que ser simpático, intentar ser gracioso – aunque algunos se quedan lejos – y explicar cada palabro que utilice, como ciclogénesis o isoterma.

Por cierto, mi imagen favorita de las nubes es esa que se ve desde la ventanilla de un avión: a miles de metros sobre el suelo, uno cree ver bajo sí un mullido colchón blanco en el que relajarse mientras se sueña con lo que le espera en su destino.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Encías

“¿Te has cepillado ya la boca? Es que voy en el AVE leyendo la revista Paisajes y dice que lavarse los dientes es bueno para el corazón”. La potente voz de una señora que habla por teléfono dos filas más atrás me despierta de un profundo sueño. Cotilleo o deformación profesional, el caso es que me interesa el tema y pego la oreja. "Resulta que las bacterias que se acumulan en las encías van directamente al corazón”.

A veces se habla con ligereza de la responsabilidad social de los periodistas. La expresión se ha convertido ya en una frase hecha y se olvida su significado. Pero es importante recordar que mucha gente se cree las cosas porque lo ha dicho la tele o lo ha leído en el periódico.

Para llegar a este punto, el científico de turno, que quiere difundir su hallazgo, ha hecho una breve simplificación de sus estudios para enviarlos a la prensa; el redactor correspondiente ha vuelto a reinterpretar las ideas para hacerlas entendibles a sus lectores; y la señora que viaja en mi vagón se ha quedado con lo que le ha dado la gana.

Decir que no limpiarse los dientes es malo para el corazón es como afirmar que el sexo puede provocar amnesia: verdades a medias que necesitan más de una frase para explicar su auténtico sentido. Debe haber condicionantes, excepciones o contextos que matizan seriamente la información. Si no, la voz de alarma se expande por la sociedad y las expendedoras de farmacias y baños públicos cambiarán sus gomitas de sabores por tubos de dentífrico.

Pero la conversación sigue. “Y no comas tanto chocolate. Coge mejor algo de fruta”. No puedo resistir la curiosidad y me doy la vuelta discretamente. Como cabía imaginar, ella está gorda como la que más. Debajo de un ceñido jersey verde, se esconde una figura plena de líneas curvas que debe rondar los 120 kilos y el metro y medio de perímetro. Sólo se me ocurre que es una pena que no conociera la revista paisajes unos años antes.

La señora es dueña de una tienda en Cuenca. Tiene una historia complicada: problemas familiares, altibajos en el negocio... Pero todas sus vacas gordas – dicho sin segundas intenciones – y vacas flacas las achaca a la divina providencia. A todo esto, yo – hombre de poca fe – me pregunto: ¿las bacterias asesinas son también cosa de la providencia? Y, si es así, ¿se puede luchar contra la providencia lavándose los dientes? Me siguen desconcertando estas cosas sobrenaturales.

martes, 2 de noviembre de 2010

Sting-Tin

Sting tiene una sensibilidad musical fuera de lo común. Por eso, en más de treinta años de carrera ha tocado estilos a priori tan distintos como el punk, el jazz, el rock, los sonidos árabes y, por supuesto, el pop. Recuerdo un documental en el que sostenía que la música no debía dividirse en estilos, sino entenderse como un todo. Desde luego, eso es lo que él ha hecho durante toda su carrera.

El concierto de este sábado ha sido un buen ejemplo de esta actitud. Con toda naturalidad, ha incorporado a su banda cuerdas y vientos de la Orquesta Sinfónica de Londres. El sonido de la orquesta se ha mezclado a la perfección con guitarras y percusión en sus grandes éxitos, mientras que otras canciones se han adaptado a arreglos más clásicos para la ocasión.

‘Next to you’, primera canción del primer disco de The Police es un buen ejemplo del primer caso, mientras que Russians, que ya se escribió basada en una partitura de Prokofiev, es una muestra clara del segundo grupo.

La noche fue una sucesión de clásicos en la que faltaron pocos éxitos de la carrera de Sting. Una ocasión inigualable para un espectador novato de sus conciertos, en la que mostró todas sus habilidades: tocando la guitarra eléctrica, acariciando la española, cruzado de brazos centrándose en su voz mientras los demás músicos se encargaban del resto o terminando el concierto cantando a capela.

Y todo esto sobre un escenario sencillo pero atractivo, con un sonido de medio centenar de instrumentos bien mezclado – algo raro últimamente – y una voz que, aunque no es la misma que la de aquel rubito de veintitantos que gritaba y saltaba mientras tocaba el bajo, sigue teniendo una fuerza increíble y llegando a unos registros impensables para otros.

Dicho todo esto, quedan pocos peros que poner. Quizá un exceso de temas lentos, que sin embargo se compensaron en la recta final con cuatro o cinco canciones que nos levantaron a todos y nos llevaron al borde del escenario. Estoy deseando que salga el DVD de esta gira, que ya está anunciado para finales de mes.

domingo, 10 de octubre de 2010

70 IF

Probablemente habría seguido cantando. Aunque a saber qué. Su carrera en solitario estuvo llena de grandes trabajos, pero también de auténticos pufos, en los que se dejaba notar – a veces incluso se escuchaba en forma de alaridos – la influencia de Yoko. En cualquier caso, nos hemos perdido 30 años de John Winston Lennon.

Desde su muerte, han ido apareciendo innumerables cintas con grabaciones inéditas. El apartamento del Dakota debía ser un desastre. Me imagino la cara de alegría de la viuda cuando un día, recogiendo cajas para bajarlas al contenedor de cartón en la esquina de la 72 con Central Parl West, encuentra de pronto un cassette con una etiqueta escrita a mano: “Real love”. Ojalá yo encontrara tesoros así ordenando mis cajones.

Pero alrededor de su música se ha creado un universo de símbolos, historias y todo tipo de productos susceptibles de producir dinero. Sin ir más lejos, tanto Yoko Ono como los medios cibernéticos de los Beatles han aprovechado este cumpleaños para lanzar su campaña de un millón de mensajes por la paz.

Seguramente a John no le hubiera importado que su nombre y sus canciones se utilicen como reclamo en contra de las guerras y cualquier otro tipo de violencia. Pero ¿a dónde van a parar los beneficios económicos que crea el tráfico de millones de personas por Internet para, de buena fe, participar en una cruzada más a favor de un mundo mejor? Apuesto a que no llega ni un céntimo a una cuenta a nombre de La Paz.

Estuve en Abbey Road el 8 de diciembre de 2000, el día en que se cumplían 20 años de la muerte de John Lennon. En la verja que separa la calle de los estudios EMI alguien había dejado unas flores – un manojo más que un ramo – y una nota escrita a mano. Un homenaje tan sencillo y tan sincero como, según cuentan, era la persona a quien va dirigido.

En mi mente, he imaginado que volvía a Abbey Road. Aunque estamos a principios de octubre y Londres ya se ha vestido de otoño, los grandes árboles que flanquean la calle lucen verdes y frondosos y un cielo azul intenso cubre toda la escena. Delante del estudio hay aparcado un escarabajo blanco matrícula ´JWL 70 IF’.

jueves, 7 de octubre de 2010

El autobús llega tarde

Ni el concierto de U2 la semana pasada causó tantos problemas en el transporte público. Un autobús se detiene y dos o tres personas bajan. Un caballero de pelo cano y camisa azul aprovecha y se cuela por la puerta trasera. Uno menos para la cola. Pero todavía quedan muchos. Los nervios se van caldeando.

Una chica – cuyo acento indica que llegó de las Américas en busca de una vida mejor – reza a grito pelado: “Dios mío, Dios mío, que el próximo autobús tenga hueco y se pare”. Recuerdo las paradas de autobús de La Habana, aunque en realidad allí no viví situación semejante. Los tiempos de los camellos abarrotados quedaron atrás gracias a los nuevos autobuses chinos.

“Tenemos trenes, tenemos metro, tenemos autobuses… pero da igual” proclama una mujer en espera de que alguien tome el hilo de la conversación. Pero ni el tren ni el metro llegan a donde ese autobús. El uno tiene allí un apeadero vacío. El otro pretende hacerlo algún día. Quizá todo esto sea consecuencia de las políticas de sostenibilidad: sostenibilidad económica y sostenibilidad presupuestaria. Y quizá no por ese orden. Pero mientras espera, la gente sólo quiere una cosa: que pase otro autobús.

Un segundo autobús pasa de bote en bote y ni siquiera se detiene. Una señora para un taxi. Se sube y cierra de un sonoro portazo. Todos volvemos la cabeza atraídos por el ruido: unos boquiabiertos y otros muertos de risa. Debía tener mucha prisa.

Cual lata de sardinas, pasa ante nosotros un tercer autobús. De él bajan unas pocas personas y rápidamente sigue adelante. Presa de la desesperación, una mujer que ya no cumplirá los sesenta echa a correr y aporrea con rabia el autobús mientras éste se aleja de la parada.

El final de la historia: volvemos a casa. Mañana será otra tarde y quizá vayamos en coche. La culpa de todo: un macrobotellón al que los jóvenes, usuarios convencidos del transporte público, acuden a manadas. Extrañamente, a pesar de la gran concentración de bastones y cabelleras canas en la parada, nadie clama contra la juventud por sus vicios insanos.

viernes, 1 de octubre de 2010

Tintin 360º

El escenario recuerda a una nave espacial. Sobre todo la columna central, que se eleva por encima de la visera del estadio y parece un cohete a punto de despegar. No es casualidad que la banda salga a escena mientras suena el Space Odity de Bowie y cuando se despiden se comience a escuchar por los altavoces el Rocket Man de Elton John. Para completar este viaje sideral, durante el concierto aparece también un astronauta de la Estación Espacial Internacional. Todo muy grandioso.

El inconveniente de la gigantesca estructura es que uno no sabe bien hacia dónde mirar. Bono camina sin cesar por el anillo exterior. Adam y The Edge también pasean por el escenario y las pasarelas. Mientras, Larry y su batería dan vueltas en el centro de la estructura. De vez en cuando, cuentas y sólo ves a tres en el escenario, porque el cuarto está tras los amplificadores saludando a la grada del fondo norte.

Para eso está una gran pantalla que cuelga sobre sus cabezas y que es otro espectáculo por si sola. Lo mismo muestra imágenes de los músicos que de pronto aparece Desmond Tutu con su graciosa vocecilla pidiendo ayuda en la lucha contra el SIDA en África. En otros momentos, la pantalla se estira y forma un enorme cono luminoso que llena de color todo el escenario. Toda una caja de sorpresas.

Habréis notado que llevo tres párrafos y aún no he hablado de la música. Pero es que esta gira 360º es puro espectáculo. Se aleja del concepto habitual de concierto – que se presenta como una actuación en directo acompañada como mucho por algunos efectos de luz – para colocarse en un nivel cercano, valga la comparación, al de un musical, en el que el aspecto musical se mezcla con una estudiada escenografía.

Bono demuestra una vez más que es un gran showman, capaz de meterse en el bolsillo a 80.000 personas como si nada. Conseguir que canten al unísono sus grandes éxitos a modo de himnos es lo de menos. Para el recuerdo quedan escenas como la improvisada vía láctea que, con el resto del campo a oscuras, formaron las pantallas de decenas de miles de teléfonos móviles.

Y en medio de todo esto – siempre me he preguntado si con el apoyo o simplemente la indiferencia del resto del grupo – aprovecha para lanzar sus proclamas. No entraré en si es adecuado o no que lo haga. La verdad es que no fue especialmente pesado. El problema es que cada vez recurre a temas más rebuscados y, por tanto, con menos acogida entre la sociedad.

Además de la mención a la lucha contra el SIDA, hace una mención a la nobel de la Paz birmana Suu Kyi, a la que seguramente pocos conocíamos entre el público. Esta mañana me he enterado leyendo la prensa de que la iluminación verde durante Sunday Bloody Sunday era un homenaje a la revolución verde iraní. Yo juraría que anoche no lo dijo. O quizá estaba pensando en otra cosa.

De vuelta a casa, la estampa sevillana de la noche. Un coche de caballos aprovecha el casi nulo tráfico en dirección contraria para adelantar toda la fila de coches que lentamente salía de la Cartuja. De la nave espacial al coche de caballos. ¡Qué estilo!

martes, 28 de septiembre de 2010

Un domingo de otoño

El hombre del tiempo anuncia que el otoño ha llegado ya. Sin embargo, el propio tiempo no parece darle la razón. O será que el otoño está en periodo de adaptación, como los niños en los colegios.

En cualquier caso, hay signos contradictorios. Han vuelto a las calles los puestos de castañas y el aire refresca la ciudad cuando el sol, cada vez más pronto, se pone cada tarde. Del otro lado, los árboles siguen conservando sus hojas y su color verde y ese manto amarillento que cubrirá los parques y las aceras todavía parece lejano.

Vuelve a ser agradable disfrutar el domingo en la calle, sin necesidad de huir hacía la playa más cercana. El coche se queda en el garaje. Hemos ido al cine después de comer. La primera sesión de tarde estaba abarrotada. Hacía tiempo que no veía tanta gente en una sala. No tengo muy claro si es el tirón de Julia Roberts o la forma más cómoda de pasar una sobremesa relajada.

Al final la película no ha acompañado mucho: demasiado larga para contar bastante poco. Pero ha sido la excusa perfecta para empezar una buena tarde. A la salida, el sol proyectaba esa luz que llena todo de largas sombras y tonos amarillentos, mientras una ligera brisa traía a la memoria el calor que, a esas mismas horas, reinaba hace tan sólo unas semanas. Perfecto para un paseo junto al río.

Una cena es el remate ideal para una tarde así. Pero a veces las cosas no pueden ser como uno quiere. El despertador suena demasiado temprano esta semana y hay que volver a casa.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Tintin en el Algarve

Me atrevería a decir que Portugal es el país que más he visitado en mi vida. Motivos geográficos y económicos están detrás de este dato del que, por cierto, no me siento muy orgulloso. A pesar de eso, sigo sin encontrarle ese encanto que muchos le atribuyen.

La decadencia y el subdesarrollo no son por si solos atractivos suficientes. Lo son en otros países, combinadas con un folclore local interesante, el carácter alegre de los nativos o una oferta de paisajes y monumentos que compense otras deficiencias. Pero nada de esto se encuentra entre nuestros compañeros de península.

Milú y yo hemos aprovechado este fin de semana para recorrer varios pueblos del Algarve portugués. A nuestra llegada a cada uno de ellos, se repetía la conversación: “Esto me suena. ¿No habíamos estado aquí antes?”. Una pregunta que siempre tenía la misma respuesta: “No, es que todos estos pueblos son iguales”.

La animación nocturna gira en torno a los guiris, que llegan a estas tierras sedientos del sol que allí no encuentran y de la cerveza que aquí encuentran más barata. Sus bares de copas, su música y los pubs con partidos de la liga inglesa prácticamente monopolizan cualquier paseo marítimo. Es como pasear por Londres, eso sí, sin tener que preocuparse por el mal tiempo.

Por otra parte es lógico, en un país en que el fado es su mayor manifestación cultural. Puede ser agradable escucharlos un rato – aunque también pueden hartar si la dosis es excesiva – pero nadie puede animarse con una música tan triste.

El turismo de sol y playa no es lo mío. El marisco a buen precio tampoco me interesa. Parece que este país y yo no congeniamos.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Tintin en el cine: Conocerás al hombre de tus sueños

Woody Allen tiene la capacidad de escribir historias absurdas que, sin embargo, podrían ser mucho más reales que las que muestran otras películas. Pero a veces eso deja de ser una ventaja y se convierte en un argumento en su contra.

La película comienza y termina con un narrador recordando una cita de Shakespeare que, en resumen, viene a decir que la vida no tiene ningún significado, ningún sentido. Y eso ha sido exactamente lo que he pensado de la película cuando los créditos finales han empezado a caer por la pantalla. Hay amores que se rompen, otros que comienzan, diálogos graciosos… pero nada que emocione o que enganche al espectador.

Uno, admirador desde hace años de Woody, hace un esfuerzo por pensar que simplemente ha querido ejemplificar con su película lo que en su día escribió el poeta, que la vida cotidiana en realidad es bastante plana, no tiene ningún atractivo. A mi lado Milú, que tiene un ojo más crítico que yo, no ha parado de mover la cabeza de un lado a otro. Creo que es de los que piensa que, por mucho Woody Allen que sea, esta vez le ha salido una película bastante floja.

Relaciones humanas llevadas al extremo, personajes surrealistas – aunque no tanto como en otras ocasiones – y situaciones alocadas vuelven a dar a forma a una historia que, como ya es habitual en sus últimos trabajos, deja atrás Manhattan y elige Londres como escenario, aunque sin darle especial protagonismo. A simple vista son prácticamente los mismos ingredientes de siempre, pero falla algo. Serán las cantidades.

En cuanto a Antonio Banderas, podrá presumir de haber trabajado con el director neoyorquino y será un buen reclamo para la cartelera española, pero su papel pasa bastante desapercibido. Seguro que Almodóvar le da más importancia en su próxima película.

No me importará volver a ver la película cuando la pasen por la tele. No se la recomendaré efusivamente a ningún amigo, pero tampoco le diría a nadie que no fuera al cine a verla. Eso sí, no vayáis a Plaza de Armas: tienen problemas con el aire acondicionado.

jueves, 26 de agosto de 2010

Agosto

Algo falla en la vida de una persona cuando el mes de agosto se hace demasiado largo. Nada importante que hacer. La dispersión geográfica de los seres queridos nos mantiene en un continuo vagar de aquí para allá en busca de un sofá confortable, un plato lleno o una copa bien servida. Poco tiempo para escribir y, a la vez, poco que contar.

El aire acondicionado se ha convertido en compañero inseparable donde quiera que vamos. El climatizador del coche no sube de 22 grados desde hace semanas. El aparato del salón sigue un año más con su ronroneo, aunque ya apenas lo escuchamos por la costumbre.

Las constantes excursiones a la playa han terminado por hartar a Milú. Igual que se valoran más las cosas cuando ya no están, aquello que durante años se desea intensamente pierde importancia cuando se hace cotidiano.

En días como hoy – en que la luna se intenta parecer al sol y también quiere dar calor – siento más ganas que nunca de conocer el hemisferio sur, donde dicen que hace frío en estos meses.

sábado, 31 de julio de 2010

Banderas y banderillas

Los catalanes han decidido prohibir las corridas de toros pero, por venir de donde viene, parece que la iniciativa es más bien una maniobra nacionalista que un intento por proteger a los animales. No importa que sea así o no. Simplemente lo parece. Canarias prohibió las corridas hace casi veinte años y a nadie parece importarle ya.

Los argumentos a favor y en contra de la fiesta son tan débiles que es difícil inclinarse por una postura sin recurrir a los sentimientos y las costumbres de cada uno.

Los abolicionistas claman por los derechos de los animales, pero son tantas las veces que se podría invocar al respeto a los animales y tan pocas las que se hace que el argumento es fácilmente rebatible. No hace falta recurrir al ejemplo de los mataderos productores de carne. No hay más que mirar a tantos perros que viven atrapados en pisos, sin un jardín donde correr. O esos otros de razas acostumbradas a la nieve que pasean con la lengua fuera por nuestras calurosas calles. La lista de violaciones de la vida animal sería muy larga para seguir.

Del otro lado, los taurinos usan los argumentos de la tradición y de la dignidad de la lucha entre el hombre y la bestia. En algunos lugares es tradición – o era, hasta que lo prohibieron – tirar una cabra desde el campanario. En otros se dan latigazos y se crucifican para recordar a Jesucristo. No por hacer las cosas durante mucho tiempo dejan de ser estupideces. En cuanto a la dignidad, la muerte no es digna. Más bien es una putada. Puede que para algunos sea mejor morir corneado por un toro o tiroteado defendiendo a tu país en vez de haciéndotelo todo encima en una cama. El final es el mismo.

Los ganaderos dicen que crían a los toros para morir en el ruedo. Me recuerda a las campañas navideñas para que se compren los árboles en un vivero en vez de arrancarlos del bosque. Pero, efectivamente, el hombre lleva siglos dedicado a criar animales para aprovecharse de ellos. Animales y plantas, pero nadie se acuerda del mundo vegetal. Son seres vivos de segunda.

Los políticos también han tomado partido, aunque no se sabe muy bien si por propio convencimiento o por tener contentos a sus votantes. Me ha llamado la atención especialmente la postura de Rajoy, que defiende la libertad de cada uno de elegir si va a los toros o no. Podría haber dicho lo mismo cuando se debatía la ley del aborto: cada uno es libre de ir al médico o no para perder su bebé. Pero por alguna razón, no lo dijo.

Así las cosas, parece complicado que este debate vaya a cambiar las posiciones de nadie. Quizá porque no está claro si la discusión va de animales, de banderas o de dinero. Yo seguiré yendo a los toros, como he hecho hasta ahora. Seguiré pagando para que maten animales, si queréis verlo así. Pagando por ver un espectáculo y echar un rato agradable, visto desde otro prisma.

jueves, 22 de julio de 2010

Un infiel en Tierra Santa

Ha vuelto a hacer más calor que en las últimas noches. Por es, cuando he bajado para tirar la basura no me ha extrañado ver una muchedumbre a la entrada del callejón. “El del bar se debe estar poniendo las botas”, he pensado. El calor me tiene el seso atrofiado y por eso no he sabido asociar el gentío con el olor a incienso que había percibido sólo un minuto antes, al abrir la puerta de casa. No ha sido hasta que no he llegado a la entrada del callejón cuando un grupo de cirios en alto me ha hecho comprender.

Esta ciudad no dejará nunca de sorprenderme. 18 de julio, once de la noche, veintitantos grados. Y ahí está toda la comitiva trajeada, con sus velas encendidas y más felices que unas pascuas. Anda que no habrá días en el año para que todos – los que cargan, los que acompañan y los que observan – puedan disfrutar de su Virgen sin tener que pasar esta calor.

Eso sí, observo curiosas diferencias con las procesiones de otras fechas. Aunque en el grupo que abre el cortejo hay varios hombres de chaqueta y corbata, en las aceras los trajes han dejado paso a las camisetas, los polos y las camisas de manga corta. Pero lo que más me ha llamado la atención es que los bajos del paso iban descubiertos, supongo que en prevención del olor a macho que se podía formar ahí abajo con este calor.

Hace tiempo que he renunciado a comprender estas cosas, pero no por ello dejo de respetarlas e incluso de observarlas con cierto interés. De hecho, no tenía nada mejor que hacer y me he quedado unos minutos viendo pasar el desfile.

viernes, 9 de julio de 2010

Líneas de una noche de verano

Qué fácil es hacer feliz a un niño. Dale un par de teletipos, un ordenador y déjalo que hable por el micrófono. Ah, y págale a fin de mes por hacerlo.

A veces tres años parecen media vida. Pero qué bien sienta comprobar que la gente se acuerda de uno después de tanto tiempo. Y no por la vanidad de sentirse alguien importante en el grupo, sino por la sensación de que el buen hacer propio ha dejado una huella agradable en los demás.

Uno también se sorprende y se agrada a sí mismo. Comprobar que las habilidades adquiridas hace tiempo y hasta ahora en desuso siguen ahí reconforta. Es como volver a montar en bicicleta después de media infancia castigado sin ella. Mantener el equilibrio, avanzar tan rápido como antes, hacer piruetas… Hay cosas que no se olvidan.

viernes, 2 de julio de 2010

Vuvuzela

Los periodistas tenemos la cualidad de convertir en excepcional lo que no es tanto y, a continuación, hacerlo cotidiano. Así, la gente escucha primero con extrañeza y acaba usando familiarmente expresiones como “el genoma humano”, “las setas de la encarnación” o “las vacas locas”, que no habían usado en la vida o que podrían dar lugar a interpretaciones varias si no procedieran de un contexto conocido por todos.

Las crónicas de ambiente del mundial nos han enseñado a todos un nuevo concepto, la vuvuzela, que por suerte ya tenía el nombre puesto y no ha necesitado de una nueva expresión para mencionarla. La palabra, de origen zulú, tiene un sonido peculiar – aunque suena más graciosa en setsuana, que se dice “lepatata” – y parece mostrar sus raíces africanas con sólo oírla. Muy adecuada para crear ambiente. Pero, aparte de eso, no deja de ser una variación de las largas trompetas de plástico que se ven en los campos españoles, que también hacen un ruido muy molesto.

Si allí suenan más será porque están mejor hechas o porque los africanos soplan más fuerte. Pero se ha montado una trapatiesta importante con el instrumento. Tanto que lo que empezó siendo una nota exótica se ha convertido en una de las protagonistas de la cita, más por ejemplo que la mascota del mundial, que no tengo ni idea de cuál es. Y todo esto tendrá su continuación. En septiembre comenzarán a aparecer las vuvuzelas en los campos españoles. Es lo que tiene la globalización. Ya habrá algún listo que las empiece a vender en su puesto de bufandas y banderines.

Por lo pronto, ya han llegado a la Berlin Konzerthaus Orchestra. En el siguiente vídeo, sus orgullosos músicos comparten con el mundo su sabiduría y demuestran sus habilidades con el instrumento, decorado para la ocasión con la bandera alemana.

jueves, 24 de junio de 2010

¡Que vienen las negras!

El verano no ha llegado este año a la ciudad con tanta fuerza como de costumbre. El viento, siempre presente en esta tierra, se encarga de suavizar las temperaturas y de hacer más llevadera a los que desde bien temprano guardan sitio en los laterales de la avenida principal. Con calor o sin él, el mes de junio trae cada año la Feria. Y la Feria no empieza hasta que no acaba la cabalgata.

Sombrillas, toldos de jardín y todo tipo de inventos caseros sirven para resguardar del sol a los sufridos vecinos que desde primera hora de la mañana reservan una parcela al borde de la calle para que, cuando caiga el sol, amigos y familiares vean el desfile mientras comen y beben de una mesa abastecida para la ocasión por todos los presentes.

Después de varias horas de espera y unas cuantas carrozas insulsas, por fin llega lo bueno. Un grupo de bailarinas brasileñas se acerca por la avenida y los hombres, jóvenes y no tan jóvenes, se lanzan al asfalto en busca de “las negras”. Algunos las abrazan, tocan lo que pueden, otros bailan o simplemente se hacen unas fotos con ellas. Las muchachas, que saben a lo que van, se prestan con más o menos ganas. Alguna aprovecha para gorronearse un cubata. El grupo sigue adelante y los paisanos vuelven a la acera a comentar la jugada con sus compañeros de mesa.

Durante años, las mujeres han observado esta estampa con buen humor. Pero el desarrollo de las políticas de igualdad, amén de otros logros, les ha traído también a un par de negros para la cabalgata. Así que hombres y mujeres ya se tiran juntos a la carretera a pillar cacho. Y si las brasileñas tenían aguante, lo de sus paisanos machos es admirable. Aunque los hay, siguen siendo menos que las mujeres, así que cada chico toca a cinco o seis señoras a su alrededor.

Las carrozas siguen pasando y la comida se va acabando. Ya se ha hecho de noche y el trono de la reina cierra el cortejo. Es hora de volver a casa. Por el camino, una mirada al suelo demuestra un año más que los caramelos, aunque tienen su público, siguen sin ser el principal atractivo del evento. Las suelas se pegan al asfalto y a las aceras a pesar de los vanos esfuerzos del viandante por esquivar los restos de golosinas, aplastadas por los neumáticos o machacadas por otro pie. Empieza la segunda cabalgata: la de los equipos de limpieza

jueves, 17 de junio de 2010

El festival de las banderitas

No se ven el día de la fiesta nacional tantas banderitas como las que aparecen en cada partido del mundial de fútbol. Pero el fenómeno va más allá de los estadios y todo el país se viste de rojo y amarillo por seguir a la panda a la que le hemos pagado el viaje a Sudáfrica: los mercados se llenan de banderitas, las tiendas de ropa venden prendas rojas como si fuera la última moda, las de móviles se llenan de carcasas rojigualdas…

De pronto, no sólo a todo el mundo le interesa el fútbol, sino que empiezan a salir entendidos de debajo de las piedras. Y te empiezan a contar sus teorías de por qué jugamos bien, por qué jugamos mal, tenía que jugar éste, deberían triangular más… Y entre la charla del míster y el sonido de las vuvuzelas durante toda la retransmisión terminas con la cabeza como el bombo de Manolo.

Todo impulsado por un patriotismo que aparece de un día para otro, quizá como un sentimiento sincero que la gente lleva dentro y aflora ante estímulos especiales o simplemente es un ejemplo más de borreguismo mediático. Sea como fuere, igual que viene se va. Cuando termine el mundial, o cuando nos eliminen en el primer cruce complicado, a la gente se le olvida España, las papeleras del país amanecen llenas de banderitas y los mismos que antes lideraban el movimiento se encargan de gritar a los cuatro vientos nuestros defectos y nuestras desgracias. Y, terminado el mundial, otra vez a dar palos a los políticos por lo mal que nos va la vida.

jueves, 10 de junio de 2010

La verdad en huelga indefinida

La huelga de esta semana ha sido un ejemplo más de lo difícil que es conocer qué pasa más allá de donde nos alcanzan los sentidos. Los organizadores hablan de que la convocatoria ha sido secundada por un 70 por ciento de los empleados públicos. El Gobierno reconoce únicamente cifras algo superiores al 10 por ciento.

El tópico sugiere que el buen lector de prensa debe comparar varias versiones de los hechos para así formarse su propia explicación. Pero cuando unos te dicen que casi nadie ha hecho huelga y otros que casi nadie ha ido a trabajar, ¿cuál puede ser una hipótesis verosímil de lo sucedido? Tan sólo un día después de la jornada de protesta, políticos y sindicalistas han optado por no dar importancia a las cifras. Ni siquiera quieren discutir.

Esto no es nuevo, pero no por ello deja de ser indignante. Supone decirnos a la cara que nunca nos vamos a enterar de otra cosa que no sean los resultados del fútbol o los números de la lotería. Pero a nadie se le ocurre organizar una protesta por eso. La alarma salta cuando se tocan los bolsillos, no las mentes.

viernes, 4 de junio de 2010

Tintin en Cuba (V): Última mirada

LA HABANA – 28.5.2010
Me asomo desde el balcón de mi habitación para mirar una vez más al que ha sido nuestro barrio durante la última semana. Me viene a la cabeza nuestra noche de nuestra llegada, cuando también me asomé para contemplar unas calles entonces llenas de misterio y ahora tan familiares.

Catorce plazas más abajo, la juventud habanera desfila Rampa abajo en busca de jaleo. En la esquina de enfrente, Coppelia – que hace un rato nos sirvió nuestro penúltimo helado de guayaba – mantiene una terraza abierta toda la noche para los caprichos más golosos.

Una luna llena y blanca ilumina el cielo limpio y estrellado sobre la esquina de la 23 y L. La contaminación lumínica todavía no es un problema en La Habana – aunque sus vecinos lo verán como un dato negativo – y en noches como ésta, el visitante ocasional agradece que las farolas no sean aún una plaga en la ciudad.

El día, que empleamos en recorrer los últimos rincones pendientes de la ciudad y repasar los que más nos llegaron, nos dejó también los encuentros más agradables con el pueblo cubano. El primero fue Samuel, un niño de no más de cuatro años que nos regaló un beso y la más sincera sonrisa por sólo seis caramelos. Sentado junto a su padre – trompeta en la Banda Nacional de Conciertos de Cuba – durante una actuación en la Plaza de Armas, seguramente se ha ganado más miradas de la concurrencia que la propia formación musical.

Más tarde nos cruzamos por la calle con un chico que nos contó que su padre llevaba un tiempo trabajando en Murcia y que se alegró simplemente por saber que nosotros veníamos de la región de al lado.

Por último, un descubrimiento que puso la guinda perfecta al pastel de nuestro viaje: Jesús y su familia. Él nos atendió un par de veces en un restaurante a tan sólo tres cuadras de nuestro hotel. Por casualidad lo encontramos cuando nos dirigíamos a dar nuestro último paseo por el Malecón y, después de una larga charla callejera, nos abrió las puertas de su casa e hizo desfilar por la salita a toda su familia para conocernos. Tras un par de horas de compartir café y conversación, quedamos en contacto y pendientes de visitarlos de nuevo algún día.

jueves, 3 de junio de 2010

Tintin en Cuba (IV): Ché, de cheque

LA HABANA – 26.5.2010
La Revolución pasó épocas mejores, pero si algo se le puede reconocer es que ha sabido buscarse las papas durante más de 50 años. Su amistad con los soviéticos permitió a Cuba dar salida a su producción de azúcar a cambio de toda clase de productos, además de mantener a raya al vecino yanqui.

Con el colapso de la URSS, el turismo se ha convertido en la gran solución. Y junto al mojito, las mulatas y las playas, el Ché Guevara se ha convertido en uno de los iconos oficiales del país de cara a los visitantes. Camisetas, gorras, banderas o maracas lucen el famoso rostro del guerrillero. No hay grupo que no le cante para cerrar su actuación o lugar en La Habana por el que el comandante no pasara alguna vez.

Esta mañana, Milú y yo compramos el Granma a la puerta del hotel. “¿Son ustedes seguidores del Ché?”, nos preguntó el vendedor antes de darnos el periódico. Elegimos el sí como respuesta más fácil, así que tras darnos el periódico, el vendedor comenzó a sacar de su saco billetes y monedas de la divisa nacional con la cara del argentino. Y quién sabe qué más nos hubiera dado – a cambio de unos pesos convertibles y un bote de champú – si no lo hubiéramos parado.

No sé qué pensaría el protagonista de tantos retratos si se viera convertido en reclamo comercial para que el mundo capitalista inyecte fondos al régimen comunista de su camarada Fidel. Por su parte, la Revolución parece haber olvidado que su héroe, convertido en mito por su temprana muerte, cayó lejos de Cuba después de dejar atrás el país para combatir – sin mucho éxito, por cierto – por su propia causa.

miércoles, 2 de junio de 2010

Tintin en Cuba (III): Mojito

LA HABANA – 24.5.2010
Tradición añeja o reclamo turístico. En cualquier caso, una buena excusa para sentarse en una terraza mientras el grupo de turno repite el repertorio de siempre.

Pero el mojito es sólo la cabeza de cartel de la profusión de cócteles que el país presenta como parte fundamental de su identidad nacional. El daiquiri, el Cuba libre o el ron Collins son otros de los manjares de la “gastronomía” isleña. A partir de ahí, todo se puede combinar con ron: zumos de frutas, leche de coco y, en general, cualquier líquido potable.

Es fácil comprender que las cantidades varían notablemente de un local a otro. Así, los combinados nacionales oscilan entre un trago suave y dulzón o un leñazo importante que sube rápidamente a la cabeza. La Bodeguita del Medio y el Floridita se han ganado la fama, pero cualquier cantina prepara brebajes más o menos aceptables con un precio más asequible.

Milú se está sacando un máster acelerado en la materia. Espero que el hígado canino asimile bien el alcohol. De momento, ha cogido la cama como un angelito.

martes, 1 de junio de 2010

Tintin en Cuba (II): Postales habaneras

LA HABANA – 24.5.2010
La Habana huele a humo y a gasolina. A veces, la ventana abierta de la cocina de un restaurante o una casa particular consigue camuflar el aroma en una callejuela, pero en las grandes avenidas es imposible. Tanto es así, que a las pocas horas se le ha cogido el gusto a esta particular característica de la ciudad.

La gente es pegajosa, como el calor. Quieren saber de tu vida y contarte la suya. Algunos esperan dinero a cambio de la conversación, otros sólo pasar un rato ameno y obtener información del exterior. Los hay que se indignan cuando huyes de ellos para conservar tus monedas en el bolsillo. Otros lo entienden y bromean: “ya hablaste con muchos cubanos, ¿no?”. Con paso ligero dejamos atrás a los charlatanes transeúntes sin saber si sus intenciones eran buenas o si realmente hicimos bien.

Cada calle, cada plaza, cada parque esconde una escena. Un anciano, mudo, merodea caracterizado como Ernest Hemingway a las puertas del hotel que durante años hospedó al escritor. Con dos grandes puros, intercambia pesos por fotografías junto a los turistas. Unos metros más adelante, sin ningún ánimo de lucro, una señora de avanzada edad se corta las uñas de los pies en la puerta de su casa.

En cualquier rincón, grupos musicales de más o menos integrantes y de calidad variable amenizan el paseo con los distintos estilos del país. Algunos tienen micros, amplificadores e instrumentos aceptables. Otros se conforman con una vieja guitarra y un acordeón que parecen llevar media vida con ellos. Eso sí, hasta el dúo más humilde ha grabado un disco y trata de venderlo a todo aquel que se para un segundo a escucharlos.

lunes, 31 de mayo de 2010

Tintin en Cuba (I): Primeras impresiones

LA HABANA – 23.5.2010
El camino del aeropuerto al hotel es una buena toma de contacto cuando se llega a un país. Desde las afueras al centro de la ciudad, el recorrido atraviesa las capas que componen la mole urbana y permite ver a sus vecinos en su hábitat natural.

Lo primero que llama la atención en la carretera es la convivencia de los últimos modelos europeos y asiáticos – no así los americanos – con las carrocerías más clásicas, arrastradas por motores remendados hasta la saciedad durante décadas.

Otro de los atractivos de la ruta son los carteles que rodean la vía de entrada a la ciudad – después comprobamos que también las calles. Las grandes vallas que en el mundo capitalista publicitan el detergente de oferta en una cadena de supermercados aquí soportan las consignas políticas y, sobre todo, sociales del régimen. “Seguimos construyendo nuestros sueños”, “Trabajar: gran manera de honrar a padres gloriosos”, “Patria o muerte”.

Siguiendo con las curiosidades, es momento ahora de mencionar el calor. El sol se ponía mientras salíamos de la terminal y aún ahora, casi medianoche, el aire se puede cortar.

Hace 24 horas que me levanté para emprender viaje. Una ducha fría y a la cama.

viernes, 21 de mayo de 2010

Tintin se va a Cuba

Porque al mal tiempo hay que echarle cara. Porque nos tiene que dar el aire. Porque lo teníamos pendiente. Porque somos jóvenes. Porque es tan buen momento como cualquier otro. Porque hay tantos países que ver y tan poco tiempo. Porque la vida es para vivirla. Porque no podemos estarnos quietos. Porque no hace falta más motivo que las ganas. Porque nosotros lo valemos. Y punto.

Milú y yo ya tenemos hechas las maletas: ropa ligera y muchas ganas de andar. En Barajas nos espera un avión. Y al otro lado del mar La Habana. Con su malecón, con su barrio viejo, con sus gentes, con su música, con su ron. ¡Allá vamos!

jueves, 6 de mayo de 2010

Mauthausen 90.009


El azar ha hecho que terminase de leer este libro cuando se cumple el 65 aniversario de la liberación del campo de concentración de Mauthausen. Cuando leí la fecha en las últimas páginas, el relato de lo que allí había sucedido me tenía tan atrapado que ni siquiera pensaba en el día en el que vivo.

Aunque el título recorre al tristemente famoso nombre del campo de exterminio nazi, la historia de su protagonista es un penoso recorrido por Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Combatiente republicano en la Guerra Civil española, la victoria del bando nacional lo lleva a Francia, donde las autoridades lo recluyen junto a miles de compañeros en un campo de refugiados. La localidad austriaca de Mauthausen es sólo el final de este viaje, pero por medio quedan decenas de episodios por la República Francesa, el régimen de Vichy y la Alemania nazi.

Hombres cazando gatos para cenar, un niño disparando a prisioneros como a peluches en una feria, un barrizal repleto de cadáveres andantes buscando un charco para beber, toda clase de torturas. Seis años de penurias que ilustran a un tiempo hasta dónde puede llegar la crueldad humana y la capacidad de soportar la adversidad en situaciones límite.

Cuando no ha pasado ni siquiera un siglo, resulta difícil imaginar ambos aspectos aplicados a nuestros días. Siguen existiendo países que hacen de la brutalidad y la represión sus métodos de gobierno, pero el número de víctimas del genocidio nazi lo hacen especialmente macabro. Por otra parte, en una sociedad en que la comodidad personal es el mayor valor y la economía se ha impuesto a cualquier ideología política, parece complicado creer que alguien soportaría la rutina diaria de cualquier campo de concentración, ya fuera por sus convicciones o por simple instinto de supervivencia.

No fue agradable sentarse a leer esta historia, aún sabiendo que su protagonista sobrevivía para contarlo más de medio siglo después. No hay elementos edulcorantes que ayuden a suavizar el trauma como el amor por la música del pianista judío del gueto de Varsovia o los juegos de Roberto Benigni con su hijo. Aquí cada historia es una puñalada a la dignidad humana. Incluso las actividades de la resistencia dentro del campo no son más que una prolongación de la guerra, detestable en cualquier caso.

Pero aunque no sea fácil enfrentarse a estas páginas, contar con este testimonio – al igual que con muchos otros – es toda una suerte. Saber cómo hemos llegado al mundo de nuestros días es más un privilegio que una obligación. Por eso, no me queda más que dar las gracias a quienes lucharon para poder contar su historia y a quienes se preocuparon por recogerla para que nunca se pierda.

Camacho, E y Torregrosa, A; 'Mauthausen 90.009' : La historia de un andaluz en los campos nazis; Centro Andaluz del Libro; 2003.

jueves, 29 de abril de 2010

Noctámbulos

A las tres de la mañana, un camarero nos advierte de que la barra está a punto de cerrar por si queremos pedir la última. En lugar de eso, nos resignamos a una retirada a tiempo y salimos a la calle camino a casa. Pero la temperatura es buena y, aunque nuestros hígados han tenido bastante, las lenguas tienen aún cuerda para rato. Así que instalamos nuestro nuevo campamento bajo la luz de un par de farolas y a tan sólo unos metros del bar.

Al cabo de unos minutos pasa junto a nosotros la chica que atendía la barra. Comprobamos que el aviso era cierto y no sólo una excusa para echarnos. Nos saluda con una sonrisa con la que seguramente nos agradece nuestro gesto de marcharnos en paz, a pesar de que hubiéramos seguido allí sentados un par de horas más. La seguimos con la mirada atraídos por el ruido de sus pasos sobre la acera hasta que dobla una esquina y desaparece.

Nuestra conversación sigue sin más interrupciones durante un buen rato. De vez en cuando, giramos la cabeza para comprobar quién se acerca y evitar algún susto innecesario. Nada llamativo: personajes solitarios, en su mayoría jóvenes, que seguramente regresan de una salida nocturna con mayor o menor grado de intoxicación etílica. Alguno se acerca a pedirnos un cigarrillo. Otro simplemente nos saluda, recordando esa norma de urbanidad que obliga a saludar a propios y extraños, perdida en esta sociedad de masas.

Cuando volvemos a mirar el reloj son ya más de las cuatro. Un grupo de amigos pasa de largo en relativo silencio por la otra acera. De pronto, un grito ronco nos hace volver la cabeza de nuevo hacia ellos. “¿Dónde vamos?”, dice una chica vestida de gitana pero con acento de fuera. Necesitamos unos segundos y que nos repita la pregunta para comprobar que se dirige a nosotros.

“¿Os han echado ya de la Feria?”, respondo yo finalmente con cierto asombro, después de comprobar que es demasiado pronto para que hayan cerrado las casetas. Nos cuentan que vienen de un tablao flamenco cercano y que buscan algún otro sitio para esperar al amanecer. A pesar de que al principio son reacios, finalmente los convencemos de que la Feria es el único lugar de la ciudad donde podrán remojar el gaznate a esas horas. Así que dan media vuelta y ponen rumbo a Los Remedios.

Todavía sigue nuestra charla cuando pasa a nuestro lado el camarero que hace ya más de dos horas nos aviso del cierre de la barra. Parece que ha habido mesas más remolonas que la nuestra que han tardado en levantarse. Mientras tira la basura en el contenedor, se echa a reír y bromea con nosotros sobre nuestro aguante. Ya hemos hecho un amago de despedirnos y volver a casa, pero no ha resultado. Y todavía volveremos a verle una vez más, cuando es él quien se va ya a dormir.

El cielo comienza a clarear y esa es la señal definitiva de que es hora de meternos en el sobre. En unas horas tengo que coger un autobús para visitar a la familia. Ha sido una buena noche, con tiempo suficiente para repasar recuerdos, planes, cotilleos y demás historias. Qué lástima que se repitan poco. Aunque quizá por eso sean tan especiales.

lunes, 19 de abril de 2010

Feria: cara o cruz

Sevilla se convierte hasta el domingo en la referencia de la fiesta en todo el país. Sus calles se llenan de alegría y de color para celebrar su segunda semana grande en un mes. La ciudad entera se contagia del jolgorio: un volante, un sombrero o un toque de palmas recuerdan en cualquier esquina que su gente está de fiesta desde que se levanta hasta que se va a dormir. El albero y los farolillos crean el marco perfecto para reencontrarse con viejos amigos, olvidar las preocupaciones y la rutina de cada día y disfrutar la vida hasta que el cuerpo aguante. La música y la manzanilla se encargarán de poner el resto.


Sevilla se paraliza durante una semana. Los horarios reducidos de comercios e instituciones hacen prácticamente imposible cumplir con otros placeres y obligaciones. El tráfico se convierte en un caos para que los coches de caballo lleguen cómodamente a su destino. Los suelos se llenan de excrementos equinos y el olor a cuadra inunda las calles en varios kilómetros a la redonda. Las reuniones de amigos apenas pueden hablar por el volumen ensordecedor de la música, así que se limitan a beber y terminan con una señora mamada. Al día siguiente, la resaca hace imposible cualquier actividad hasta la hora de volver a la Feria.

martes, 13 de abril de 2010

Ego te absolvo



Igual que muchos católicos gays, los creyentes beatlemaníacos – no es mi caso – han compaginado con vergüenza su fe con la admiración de estilos de vida tan poco cristianos. Tras años de sufrimientos, pueden salir del armario después de que la Santa Sede, por boca de L'Osservatore Romano, haya readmitido en el rebaño a los cuatro de Liverpool.

Con una trayectoria de casi medio siglo vendiendo discos a millones, los dos miembros supervivientes se habrán quedado mucho más tranquilos con la noticia. En cuanto a los dos fallecidos, John Lennon no parecía creer en eso del cielo, así que no lo habrá podido celebrar con San Pedro, y George Harrison debe estar en algún lugar sentado entre Vishnu y Krishna.

Lo gracioso es que este movimiento vaticano no hace más que volver a dar vida a la causa del enfrentamiento entre ambas partes, que forma parte de la historia del grupo pero que seguramente muchos ya no recordaban y otros ni siquiera conocían. Teles y periódicos han vuelto a recordar aquello de que los Beatles son más grandes que Jesús.

Claro que hoy día la frase no parece tan grave, después de todo lo que se escucha en televisión. Pero en plenos años 60 aquello no hizo mucha gracia: hogueras para quemar discos – a falta de los propios melenudos – en la plaza pública, amenazas de muerte… El tal Lennon era un cachondo… hasta que conoció a Yoko y le dio por el rollo espiritual.

Menos mal que los católicos, otra cosa no, pero perdonar sí que saben. Así que después de cuatro décadas todo está olvidado. Queridos míos, ahora sí que podemos decir que habéis pasado la audición. Get Back!

You’ve been out too long. You’ve been playing on the roof again and that’s no good, ‘cause you know your mummy doesn’t like that. She gets angry. She’s gonna have you arrested.

miércoles, 7 de abril de 2010

Trabajar con alegría

Cuando el trabajo es una pasión más que una obligación las cosas salen mejor. Cada día empieza con una sonrisa en la cara y con la mente ansiosa por crear, por conseguir el chispazo que justifique el sueldo. Yo tuve esa sensación una vez: mi primer trabajo, la magia de la radio, un buen sueldo y una carrera profesional por delante.

Ayer Messi me dio envidia: por tener un trabajo, por disfrutar haciendo lo que hace, por ser tan bueno en su profesión...

PD: Y por los millones que cobra a fin de mes, aunque dicen que eso no da la felicidad.

martes, 30 de marzo de 2010

Adiós a la nieve

Ya está aquí la TDT. ¿Que se ve mejor? Pues sí, pero poco más. “¡Tantas cadenas y nunca hay nada interesante!”, me dice siempre mi madre. ¿Y la interactividad? Anda que no hace tiempo que yo interactúo jugando al Pasapalabra, al 50 por 15, al Cifras y Letras… Y como yo tanta gente, que habla sola delante de la tele.

Con la era digital quedan condenadas al olvido experiencias tan antiguas como la historia de la propia televisión. Esos partidos en que la mala señal iba ondulando cada vez más la imagen, tiñendo de azul las caras de los futbolistas y haciendo invisible el balón entre una capa de nieve – de colores o en blanco y negro, según estuviera de mal la cosa.

Muchos no se resignaban y la emprendían a golpes con el televisor. Primero suaves toquecitos laterales con la palma de la mano, después puñetazos en la parte superior que hacían temblar todo el mueble. No puedo evitar recordar a alguno pegándole de lo lindo a aquellos viejos armatostes o pidiendo a cualquiera que pasaba por delante “dale, a ver si así…”.

Ahora, si la tele no se ve bien salen cuadraditos. ¡Joder con la tecnología! Y si no se ve nada, un cartelito anuncia “No hay señal”. ¡Gracias, no me había dado cuenta! Además, con las pantallas planas no se sabe muy bien dónde darles el porrazo y está claro que van al suelo al primer zarandeo.

Pero igual que las pesetas, las cintas de casete y el verano que ganamos la Eurocopa, en unos años todo esto del apagón digital no será más que otra historia para no dormir que contar a las generaciones futuras.

jueves, 25 de marzo de 2010

Tintin en el cine: En tierra hostil


Los seis Óscar conseguidos por esta cinta fueron el principal reclamo para elegir ésta como la mejor opción en una cartelera poco atractiva. Pero nada tienen que ver esta media docena de estatuillas con las que recibieron en años pasados algunos de mis títulos preferidos, como la segunda parte de El Padrino o Forrest Gump. Claro que no se puede ir siempre al cine esperando encontrar un clásico para la historia.

Me ha sorprendido la capacidad para mantener en tensión al espectador desde la primera escena, que contrasta sin embargo con un final bastante tranquilo. Cualquier silueta asomando por una ventana, cualquier malentendido con los iraquíes parece estar a punto de alterar la tensión contenida que se vive en cada vez que el equipo de artificieros sale de la base.

Por lo demás, la película no aporta gran cosa. Soldados deprimidos que no saben muy bien qué hacen en el frente, machos cuya principal misión es demostrar los huevos que tienen y pequeños nativos a los que se coge cariño.

Sin querer quitarle a nadie las ganas de ir a verla – como intentaron hacer conmigo, sin éxito – me limitaré a decir que el hecho de que ésta sea la mejor película dice muy poco del nivel de las producciones del pasado año. En cuanto al resto de categorías, el ojo educado podrá apreciar el trabajo en la dirección de la Bigelow, el gran guión, la excelente edición y el fabulosamente mezclado y editado sonido. Yo, analfabeto confeso, no he sabido hacerlo. A pesar de todo, no me importará verla de nuevo cuando la estrenen en la tele.

lunes, 22 de marzo de 2010

Lo dicen las cartas, lo dice Zapatero

Zapeando por los canales de televisión analógica – todavía quedan a pesar del inminente apagón – me he topado con una de esas futurólogas tragaperras. La curiosidad y el aburrimiento me han hecho gastar unos minutos de mi vida en el consultorio.

“Quería saber cómo va a ir mi economía”, apunta una voz masculina a través del teléfono después del saludo correspondiente, decir que se llama fulanito y que llama desde quién sabe dónde. “¿Tienes un negocio?”, le pregunta la adivina mientras baraja sus cartas. El hombre responde que sí, así que la bruja no tiene que inventar una salida inesperada para justificar su pregunta.

La cámara enfoca un tapete grana mientras una mano deposita sobre él una docena de naipes. Espadas, oros, cartas bajas, figuras… Nada que tenga sentido para el ojo inexperto. Sin embargo, la profesional del sector se aventura a interpretar su significado. “El negocio está un poco parado, ¿verdad?”.

Algún avispado podría pensar que la bruja ha escuchado en el telediario algo sobre la situación económica del país. Pero, para demostrar su dominio de la disciplina, sigue haciendo preguntas mientras sus manos mueven cartas aquí y allá. Finalmente, tras plantear dos o tres cuestiones sin interés aparente, concluye que el negocio va a tener problemas este año, pero que en 2011 todo comenzará a ir mejor.

Una consulta como esta de tres minutos a través de una línea 906 con un precio de alrededor de 1,5 euros le habrá salido por unos 5 euros. Y total, ¿para qué? Lo que le ha dicho la adivina se lo puede escuchar gratis a Zapatero y sus ministros todos los días por televisión.

jueves, 11 de marzo de 2010

Nunca el pollo supo tan bien

Cada día nuevas experiencias me demuestran la insignificancia de la especie humana. Convencidos de manejar el mundo desde sus laboratorios y sus despachos, cientos de amenazas que escapan a su control aguardan al más inteligente de los primates antes de que la inevitable muerte ponga fin a su banal existencia.

Un grupo de organismos microscópicos se adentra en un cuerpo de metro ochenta de alto, algo más de setenta kilos de peso y relativamente sano. Y el gran prodigio de la naturaleza, creado a imagen y semejanza del altísimo, capaz de construir el Golden Gate o las pirámides de Giza, capaz de diseñar la bomba atómica para devastar regiones enteras; se retuerce de dolor e impotencia ante el retrete más cercano sin poder hacer nada más que esperar a que pase el temporal y cesen las precipitaciones.

Pero incluso de la adversidad hay que sacar alguna enseñanza. Pasar un día sin poder comer es suficiente para recordar que la nutrición, más allá de ser una función vital básica, es uno de los grandes placeres de la vida. Masticar lentamente, degustar cada jugo que se desprende del alimento y, finalmente, engullir con suavidad.

He vuelto a entrar en la cocina después de casi cuarenta y ocho horas. Por la ventana me llega el sonido inconfundible de un tenedor batiendo un huevo. ¿Una tortilla? Mmm... Bueno, mi pollo tampoco huele tan mal. Os dejo, antes de que se enfríe.

viernes, 5 de marzo de 2010

Un seguidor de García Márquez

Donde la ciudad deja de ser suburbio y toma la apariencia de capital de provincia, esta desgarradora advertencia atrapa por un segundo el cerebro del viandante. El hemisferio derecho recrea la imagen de un grupo de jóvenes que, en medio de la noche, con sus vaqueros agujereados a media asta, dejan junto al muro lo que ya nunca más necesitarán. El hemisferio izquierdo, mientras tanto, trata de curar la herida de esa prohibición sin h y sin b.

Proivido cagarse aquí


Varias preguntas asaltan al observador mientras contempla tal violación de la lengua de Cervantes. ¿Se trata de un brote sureño de arte contemporáneo? ¿Es uno de esos autores que proponen jubilar la ortografía, eliminar la h y homogeneizar b y v? ¿Pretende agredir el sentido de la vista de aquellos que agreden su olfato? ¿Por qué no ha escrito “cagarse” con k?

No hay respuestas. La confusa mente del paseante tendrá que olvidar lo sucedido y seguir caminando como si nada. A su alrededor, conductores y peatones parecen no percatarse de nada. Sólo alguno se pregunta por qué hay un loco haciéndole fotos a la pared.

viernes, 26 de febrero de 2010

Tintín en el país de los amargados

El joven reportero no podía creer lo que veían sus ojos. Todo un país sumido en la más profunda depresión. Los amargados caminaban por las calles con la cabeza agachada, absorbidos por sus preocupaciones. A veces miraban los escaparates sin atreverse a entrar en aquellas tiendas en las que años atrás habían despilfarrado sus sueldos. Incluso el clima se había contagiado del pesimismo general y una incesante lluvia caía día y noche sobre las calles y los campos del país.

Los hasta entonces llamados emprendedores – que habían gastado fortunas en arriesgados negocios esperando sacarles el doble en poco tiempo – ya no invertían; los banqueros estaban tristes y ya no prestaban su dinero porque sólo ganaban millones y no billones; los turistas ya no viajaban porque detrás de los billetes de avión a un euro se escondían tasas, impuestos y recargos por equipaje.

Mientras paseaba por las desoladas calles de la ciudad, Tintín sólo escuchaba historias de despidos, quiebras, apuros para pagar la hipoteca, parados que no encontraban trabajo, currantes que temían perder el suyo, afortunados que guardaban su dinero para pasar la tempestad. Algunos recordaban aquellos tiempos en que la gente disfrutaba de su vida, salía, gastaba su dinero en los negocios de otra gente, que a su vez podía gastar. Pero aquello había acabado.

Quizá la culpa la tuviesen esos tipos que día y noche asaltaban los hogares de los pobres ciudadanos a través de sus televisores anunciando el fin del mundo. Tintín había soñado una vez con el fin de los tiempos (La Estrella Misteriosa), pero siempre pensó que sería un proceso rápido. Sin embargo, el país de los amargados vivía una intensa agonía que parecía no llegar nunca a su fin. Al igual que las nubes tapaban el sol desde hacía semanas, la angustia de los amargados no dejaba ver un rayo de esperanza en su horizonte.

Tintín no podía aguantar más la tristeza que lo rodeaba. Milú caminaba a su lado con las orejas caídas, presa del sentimiento general. Incluso a él le afectaba por momentos, aunque a ratos se resistía e intentaba contagiar su optimismo a todo aquel que quisiera escucharlo. Lo había intentado, pero un hombre solo no podía luchar contra todo un sistema empeñado en deprimirse.

Resignado, Tintín se dirigió al aeropuerto para coger el primer vuelo que saliera del país. Pero ni el tráfico aéreo se libraba de la amargura. Los controladores estaban muy tristes porque el Gobierno pretendía recortar sus sueldos millonarios. A quién le importaba el bien del país cuando estaba en juego la economía familiar.

martes, 23 de febrero de 2010

Historias de peluquería

La mía es una de esas peluquerías de toda la vida, a pesar de que la llevan dos chavales jóvenes y la han abierto hace pocos años. Son de los que han aprendido el oficio de familia y la influencia del pasado se deja ver desde que se abre la puerta del establecimiento.

Un sofá de skay negro de tres plazas da la bienvenida al cliente mientras las diestras manos de José y Tomás van despachando al resto de la concurrencia. Una mesita de cristales tintados, sujetos por finas barras doradas, ofrece lectura variada: desde el ABC hasta alguna revista con sugerentes páginas centrales. A poco más de un metro, dos viejos sillones hidráulicos hacen de mesa de trabajo de los dos maestros peluqueros. Tomás a la izquierda, José a la derecha.

José trabaja en silencio. Tomás es un tertuliano por descubrir para cualquier programa de actualidad. Su escuela fue la peluquería de su tío. Allí aprendió cuándo hablar y cuándo callar. Si el cliente se sube al sillón y da los buenos días como el que perdona la vida a los presentes, el sonido de las tijeras y el secador son suficientes para pasar el rato. Pero si le dan pie, saca la lengua a pasear y no deja a nadie indiferente.

“Ya he escuchado tantas opiniones sobre el tema que no tengo opinión” comentaba hace pocos días a un cliente en torno a las obras de peatonalización en la calle San Jacinto. Parece extraño y triste que alguien sea incapaz de pronunciarse sobre algo que sucede a escasos 20 metros de su negocio. Pero esta afirmación expresa simplemente la saturación de un ciudadano de a pié que, una tras otra, escucha las posturas de comerciantes, vecinos, concejales, opositores y transeúntes en general. La misma historia que se repite cada día en el telediario: muchas opiniones, pocas soluciones y Tomás sin saber que pensar.

Otras veces sus razonamientos son tan sencillos que hasta puede que sean ciertos. Poco después de hablar de las obras, explicaba a los presentes como, además de los destrozos que han causado, las lluvias no hacían más que agravar la crisis. “Si llueve, la gente no sale. Y si la gente no sale ya no necesita comprarse otro chaleco, otras botas…” Quién sabe cuánta razón habrá en sus palabras. ¿Habrá que preguntar a los meteorólogos cuándo empezará a ir mejor la economía nacional?