viernes, 4 de junio de 2010

Tintin en Cuba (V): Última mirada

LA HABANA – 28.5.2010
Me asomo desde el balcón de mi habitación para mirar una vez más al que ha sido nuestro barrio durante la última semana. Me viene a la cabeza nuestra noche de nuestra llegada, cuando también me asomé para contemplar unas calles entonces llenas de misterio y ahora tan familiares.

Catorce plazas más abajo, la juventud habanera desfila Rampa abajo en busca de jaleo. En la esquina de enfrente, Coppelia – que hace un rato nos sirvió nuestro penúltimo helado de guayaba – mantiene una terraza abierta toda la noche para los caprichos más golosos.

Una luna llena y blanca ilumina el cielo limpio y estrellado sobre la esquina de la 23 y L. La contaminación lumínica todavía no es un problema en La Habana – aunque sus vecinos lo verán como un dato negativo – y en noches como ésta, el visitante ocasional agradece que las farolas no sean aún una plaga en la ciudad.

El día, que empleamos en recorrer los últimos rincones pendientes de la ciudad y repasar los que más nos llegaron, nos dejó también los encuentros más agradables con el pueblo cubano. El primero fue Samuel, un niño de no más de cuatro años que nos regaló un beso y la más sincera sonrisa por sólo seis caramelos. Sentado junto a su padre – trompeta en la Banda Nacional de Conciertos de Cuba – durante una actuación en la Plaza de Armas, seguramente se ha ganado más miradas de la concurrencia que la propia formación musical.

Más tarde nos cruzamos por la calle con un chico que nos contó que su padre llevaba un tiempo trabajando en Murcia y que se alegró simplemente por saber que nosotros veníamos de la región de al lado.

Por último, un descubrimiento que puso la guinda perfecta al pastel de nuestro viaje: Jesús y su familia. Él nos atendió un par de veces en un restaurante a tan sólo tres cuadras de nuestro hotel. Por casualidad lo encontramos cuando nos dirigíamos a dar nuestro último paseo por el Malecón y, después de una larga charla callejera, nos abrió las puertas de su casa e hizo desfilar por la salita a toda su familia para conocernos. Tras un par de horas de compartir café y conversación, quedamos en contacto y pendientes de visitarlos de nuevo algún día.

2 comentarios:

  1. No recordaba que escribieses relatos cortos, lo que sí: tu forma de escribir y expresión, no has cambiado.

    Es difícil encontrar vuestro rastro, pero al final, uno consigue lo que quiere.

    ¿Qué ha sido de ti? Tenías que haber estudiado otra cosa macho, tu potencial se podría haber aprovechado en otras ramas.

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  2. Hola, Anónimo. Tu mensaje me llena de alegría y curiosidad. Alegría porque alguien se acuerde de mí. Y curiosidad porque no consigo adivinar quién eres. Sobre todo por saber desde dónde empezar a contar...

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