domingo, 24 de julio de 2011

Mi vecino el ruso

El sábado por la mañana me despertó poco antes de las nueve hablando por Skype con un italiano. Las respuestas de su interlocutor se escuchaban por los altavoces del ordenador. Qué mejor forma de empezar el fin de semana que refrescando mi italiano. Tardó un rato en darse cuenta y conectar los auriculares. “Como es sábado, la gente duerme hasta más tarde”, le explicaba a su amigo al otro lado de la red. Un detalle, después de media hora de cháchara.

Vivimos pared con pared y, en verano, ventana con ventana. Los tabiques ya no son lo que eran. Se escucha casi todo. Y si a eso añadimos los cristales abiertos, no hay barrera sonora posible. Así que suelo estar al tanto de sus conversaciones. Se hace llamar Vladimir. Esa es la primera razón que me indica que es ruso, aunque no la única.

Ya hace unas semanas, a eso de las tres de la mañana, reservaba con un amigo un hotel en Moscú para pasar unos días. Los dos, sentados delante del ordenador, discutían a voz en grito si era preferible ahorrar o buscar una habitación un poco más cara cerca de la Plaza Roja. “Si yo ya conozco la ciudad”, le decía Vladimir. “Sólo voy por ti”. Aquella noche se me antojó ir a Moscú.

Milú piensa que es un espía. Cuánto daño ha hecho la KGB a sus compatriotas. Ahora, todo el mundo asocia a los rusos con los espías. Yo me inclino más por el otro prototipo de ruso: el mafioso. Siempre he pensado que mi patio sería un buen escondite para cualquiera que pretenda pasar desapercibido en la ciudad. Y eso vale tanto para espías como para mafiosos. A ninguno nos preocupa la vida del tipo de la puerta de al lado. La única que se interesa por los vecinos es la portera. Pero en realidad sólo sabe lo que cada cual le cuenta. Así que basta con no darle muchos datos o, mejor, mentirle como un bellaco para confundirla.

De todas formas, este ruso no es precisamente de los que pasa más desapercibido del vecindario. Anoche mismo volvió a llegar trompa, dando voces con un amigote a las tantas de la madrugada. Eso sí, cayó pronto y ha dormido como un angelito.