martes, 29 de octubre de 2013

Releyendo a Peter Pan

Los lectores habituales pensarán que hace tiempo que no escribo. Se equivocan. Simplemente hace tiempo que no publico nada. Me resisto a compartir ciertas cosas. Será que me he vuelto demasiado egoísta,

Hace un rato he empezado a revisar textos antiguos. En principio, la idea no ha tenido ninguna relación con el pensamiento anterior. En realidad, buscaba algo que no recordaba si había escrito o no. Aunque bien parece una sugerencia de mi subconsciente a tenor del anterior pensamiento. He subrayado varios fragmentos de alguno de los ficheros que he abierto. Cosas que me han gustado, frases que quizá vuelva a utilizar. Pero, en particular, me ha llamado la atención este párrafo:

A estas horas de la noche, a media luz, la escena se me parece demasiado a cualquier noche de hace diez o doce años. Solo, escuchando canciones que por un momento me revelan el sentido de la vida y pensando en las mismas cosas que entonces. (…) Cambian las circunstancias de mis reflexiones, cambian los cantantes, pero el guion de la película mantiene su estructura”.

El texto es de la primavera de 2012. Aunque lo había dejado a medias – apenas tres párrafos – sí que le había puesto un titular: Peter Pan. Un poco cruel quizá. Lo que ha llamado mi atención de ese fragmento es que esta noche podría escribir prácticamente lo mismo. Hay cosas que no cambian por más velas que sople cada mes de octubre. No es que eso me pese, pero sí me hace pensar. El otro día hice el experimento de buscar un hecho reseñable por cada año de mi vida. Al final, me abstuve de publicarla para no aburrir al personal. Había escenas puntuales, nuevas actitudes que surgieron en una determinada etapa, decisiones que dieron un giro a mi vida. Y entre todos ellos hay muchas cosas que, a pesar de los años, no han cambiado en absoluto.

Con tres años me llevaron de excursión al Puerto de Santa María para montarme en tren, por la fijación que tenía yo con los cacharros aquellos”.
Con once comenzó mi afición por la radio. Me acostaba escuchándola todas las noches”.

Pues sí, me siguen encantando los trenes. Sé que no son más que un medio para llegar de un punto A a otro punto B. Pero tienen su magia y me apasionan desde que era un renacuajo. Hay a quien le gustan los zapatos, que también sirven para ir de un sitio a otro. También tienen su encanto, supongo. Y también me sigue encantando la radio. Ponerme delante de un micro, cuando me dejan, para contarle cosas a otra gente; o escucharla un rato antes de dormir. Sirvan estos dos ejemplos, pero hay unos cuantos más.

Previsible, estancado, constante, consecuente. Todos esos adjetivos se me ocurren a propósito de esta repetición de comportamientos. También es verdad que, al mismo tiempo, he experimentado algunos cambios radicales. Aunque esos quiza sean menos y, en cualquier caso, no caben en el capítulo de hoy.