miércoles, 12 de junio de 2013

Recortables

Al principio se hablaba de crisis económica. Después surgieron algunos que explicaban que era una crisis financiera. Pero ahora todos esos adjetivos se han quedado cortos. LA gente no solo pierde dinero; pierde derechos, pierde libertades. Cada día, el político de turno se levanta tijera en mano y nos sorprende con algo nuevo. Pero nunca imaginé que se llegara al punto en que un gobierno decidiera cerrar su televisión pública. Y ya ha pasado en un país. Lo malo es que los griegos parecen ser los primeros en experimentar todas las consecuencias de este desastre mundial, pero no los únicos.

Los avances tecnológicos, pero también los retrocesos sociales, han propiciado en los últimos años el nacimiento del mal llamado “periodismo ciudadano”. Mal llamado porque todo lo que tiene de “ciudadano” lo necesita de “periodismo”. Porque informar, igual que construir una casa o curar a un enfermo, es un proceso complejo, con muchas variables y para el que los profesionales necesitan una preparación.

Esa es precisamente la razón de ser de los medios públicos. El Estado debe garantizar el derecho a la información de sus ciudadanos. Y no se trata del simple hecho de contar qué pasa, sino de hacerlo de una forma adecuada, rigurosa, profesional. No puedo evitar pensar que, además de la situación económica, lo sucedido en Grecia es un reflejo de la poca importancia que se le da a la profesión periodística, que nos ha convertido en profesionales prescindibles, recortables.

El otro día escuché una reflexión que venía a decir que la comunicación es importante para extender la democracia, pero también para consolidar una dictadura. Un país sin medios públicos se queda ciego, sordo, incapaz de controlar qué están haciendo sus instituciones. Su percepción queda condicionada por lo que le cuenten medios privados, propiedad de empresas con sus propios intereses, que inevitablemente influyen en la forma de tratar la información y de seleccionarla.

Lo sucedido al otro lado del Mediterráneo debe servir de advertencia. Los medios públicos no son siempre un ejemplo de buenas prácticas, pero no por ello hay que perder de vista su importancia. Cuando se tiene algo, puede defenderse, arreglarse... Si se pierde, ya solo queda reclamarlo y empezar a construirlo desde cero.