jueves, 30 de diciembre de 2010

Apaga y vámonos

Que un canal dedicado a la información cierre para dejar sitio a veinticuatro horas de basura televisiva es algo más que una mala noticia. Es una muestra de hacia dónde se dirige esta sociedad, que quiso llamarse de la información y que con decisiones como ésta escupe directamente en su carné de identidad. Es una puerta que se cierra para los que todavía se interesan por lo que pasa a su alrededor. Es una bofetada a la profesión periodística.

No es ninguna novedad que los canales de noticias no cuajan en España. He conocido de cerca dos cadenas de radio todo-noticias y he visto cómo han ido eliminando espacios informativos para ofrecer productos que atrajeran más audiencia. Programas deportivos, magazines que hagan los contenidos más amenos... Cualquier cosa vale para pescar a un paisano más: media hora hablando del Granada 74 o de qué han hecho los oyentes en las últimas vacaciones. Pura actualidad. La política es muy aburrida. Lo grave es que esos eran medios públicos, que se supone cumplen un servicio público.

Hace unos días se retiraba el periodista de la CNN Larry King, que llevaba más de un cuarto de siglo entrevistando a las principales caras de la actualidad con unos niveles de audiencia bastante modestos. Sirva como muestra que su despedida – una cita con la relevancia suficiente para contar con la participación de dos presidentes – tuvo una audiencia de casi dos millones y medio de espectadores, pocos en un país de más de 300 millones de habitantes.

De vuelta a España, parece que ha dejado de ser importante tener una herramienta de manipulación ideológica. Una ración de noticias al día, mezclada con la ración de comida, es suficiente.

martes, 28 de diciembre de 2010

Fun, fun, fun

La Navidad me parece una época del año bastante contradictoria. Principalmente porque la gente celebra con toda clase de lujos la llegada al mundo de un niño al que, según cuentan, lo que le faltó al nacer fueron precisamente comodidades. Porque eso del pesebre suena muy bonito y con los años parece que ha ganado un toque de glamour – como si San José y María estuvieran de turismo rural – pero en realidad aquello no era más que un corral de mala muerte lleno de bichos. Sin embargo, pocos de los que estos días se sientan a la mesa con familiares y amigos se paran a pensarlo mientras se ponen hasta el tapón de comer y beben y beben como los peces del villancico.

Después está aquello de la época de la felicidad, los reencuentros y tal. Pero cada vez encuentro a más gente a la que la Navidad le entristece. Quizá sea porque los días libres dejan tiempo para sacar a la luz recuerdos de épocas mejores, quizá porque se van dando cuenta de que cada vez faltan más miembros de la familia, por tener que poner cara de alegría cuando a uno no le apetece o por esa sensación de felicidad empalagosa y artificial que inunda todo durante estos días.

Y, como no, los regalos. Hacerlos debe ser un placer, aunque cada vez más resultan una obligación. Para eso existen los productos comodín, que sirven para cualquiera a quien no se sabe qué regalar. Están el par de babuchas, el pijama, el jersey, la pluma, la bufanda, el pañuelo... Para los niños está el recurso de preguntar a los padres, que te adjudicarán un juguete de nombre impronunciable que podrás encontrar en cualquier gran superficie. Y marrón solucionado.

Este año, Milú y yo vamos a hacer una campaña a favor del entretenimiento tradicional: juegos de mesa y playmobil. A ver si los destinatarios disfrutan tanto jugando como nosotros buscando. Fun, fun, fun: ¡diversión!


PRÓXIMAMENTE EN SUS PANTALLAS

viernes, 3 de diciembre de 2010

Benditos los puentes

Empezamos lo que los más laicistas llaman el puente de la Constitución, a pesar de que yo siempre lo he conocido como el puente de la Inmaculada. Un anticipo de la relajación que, por la gracia de Dios y su Sagrada Familia y para regocijo de creyentes y paganos, supone el mes de diciembre.

Pero yo todavía no entiendo muy bien por qué los españoles debemos dejar de trabajar por el día de una Virgen. Y precisamente dos días después de celebrar que tenemos una magnífica Constitución, que precisamente dice en su artículo 16.3 “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Por eso, me pregunto qué motivos, si no los religiosos, justifican la designación de no laborables para días como este 8 de diciembre, Inmaculada Concepción; el 12 de octubre, Virgen del Pilar; o el 25 de julio, Santiago y cierra Españas, sus tiendas y sus oficinas.

Ni siquiera comprendo del todo por qué existen tantos días dedicados a Vírgenes distintas. Si algo creía haber aprendido sobre la religión en las clases de religión del colegio – en las que dedicábamos más tiempo a hablar de la violencia, las drogas y otras problemáticas de índole social – era que la Virgen María era una mujer que había dado a luz al hijo de Dios. Sólo una mujer, no veinte distintas. ¿O es que se festeja cada vez que se pone un traje distinto? ¡Por Dios, que alguien me lo explique!

Por si algún lector perspicaz pretende sugerirme que trabaje el miércoles, el día de Navidad o el Jueves Santo, termino lanzando mi propuesta para desfacer este entuerto: declarar festivos también los días del Ramadán, el Yon Kippur y cualquier fecha en la que algún ciudadano español necesite dedicarse a sus deidades. Y por si la idea no cuela, ahí va otra: días de asuntos religiosos. Como los asuntos propios pero para rezar, meditar o hacer penitencia.