viernes, 3 de diciembre de 2010

Benditos los puentes

Empezamos lo que los más laicistas llaman el puente de la Constitución, a pesar de que yo siempre lo he conocido como el puente de la Inmaculada. Un anticipo de la relajación que, por la gracia de Dios y su Sagrada Familia y para regocijo de creyentes y paganos, supone el mes de diciembre.

Pero yo todavía no entiendo muy bien por qué los españoles debemos dejar de trabajar por el día de una Virgen. Y precisamente dos días después de celebrar que tenemos una magnífica Constitución, que precisamente dice en su artículo 16.3 “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Por eso, me pregunto qué motivos, si no los religiosos, justifican la designación de no laborables para días como este 8 de diciembre, Inmaculada Concepción; el 12 de octubre, Virgen del Pilar; o el 25 de julio, Santiago y cierra Españas, sus tiendas y sus oficinas.

Ni siquiera comprendo del todo por qué existen tantos días dedicados a Vírgenes distintas. Si algo creía haber aprendido sobre la religión en las clases de religión del colegio – en las que dedicábamos más tiempo a hablar de la violencia, las drogas y otras problemáticas de índole social – era que la Virgen María era una mujer que había dado a luz al hijo de Dios. Sólo una mujer, no veinte distintas. ¿O es que se festeja cada vez que se pone un traje distinto? ¡Por Dios, que alguien me lo explique!

Por si algún lector perspicaz pretende sugerirme que trabaje el miércoles, el día de Navidad o el Jueves Santo, termino lanzando mi propuesta para desfacer este entuerto: declarar festivos también los días del Ramadán, el Yon Kippur y cualquier fecha en la que algún ciudadano español necesite dedicarse a sus deidades. Y por si la idea no cuela, ahí va otra: días de asuntos religiosos. Como los asuntos propios pero para rezar, meditar o hacer penitencia.

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