sábado, 28 de julio de 2012

Británicos


Si los franceses inventaron la palabra “chovinista” –tantas veces adecuada para su propio comportamiento– los británicos han optado por crear un espectáculo, disfrazado de ceremonia de inauguración, para presumir de todas sus aportaciones al mundo. Desde la revolución industrial hasta Internet (que siempre identifiqué con Estados Unidos), pasando por decenas de hitos de la historia, la cultura o la ficción.

Pero parece que a la gente le ha gustado. Muchos hemos sentido que parte de nuestra vida pasaba por ese escenario. Mucho más que si hubieran cantado Los Manolos o que si hubieran hecho un repertorio del folklore nacional, con su flamenco, su jota, su muñeira y su sardana. Será que  todos llevamos un pequeño británico dentro.

Y después está el escaparate al resto del mundo que suponen estos actos. No solo se aprenden países cuya existencia uno se plantea pocas veces en la vida. También es una oportunidad para ver que el uniforme español no es el peor de todos. Ahí están las túnicas de algunos países africanos, las camisas de colorines de Méjico o los cuellos dorados de los anfitriones.

Dicho todo esto, Danny Boyle, Sebastian Coe y su Comité Organizador o quien quiera que se haga responsable del espectáculo tienen el dudoso, pero digno de mención, mérito de haberme tenido cuatro horas pegado a la tele por primera vez en mucho tiempo. Es cierto que también ayuda la novedosa costumbre de compaginar la retransmisión con el Twitter, para compartir y comparar opiniones. Lo único que me extraña después de esta ceremonia es que el Twitter, que se sepa aún, no es británico.

martes, 17 de julio de 2012

Viaje en el tiempo en tren


El telediario ha dedicado hoy un pequeño recuerdo al Interrail con motivo de su cuarenta cumpleaños. Y yo, usuario en su día del pase en cuestión, creo que no puedo ser menos. En aquella época, todavía no tomaba notas durante mis viajes. Pero hoy, ocho años después, mi mente aún guarda suficiente material para improvisar algo.

El proyecto surgió mientras viajaba con mis padres de Praga a Budapest. Aquel tren lleno de mochileros me dio la idea. Luego, me costó un par de años decidirme y encontrar compañía para la aventura. Pero, finalmente, llegó el día de ponerse en marcha: mochila a la espalda con lo justo, ruta medianamente planificada y muchas ganas.

El recorrido nos dejó de todo: joyas conocidas (al menos para mí), como Florencia, Roma o Venecia; grandes decepciones, como Atenas; y sorpresas agradables, especialmente en nuestros tres días en Eslovenia. Sin embargo, como suele pasar, lo más interesante del viaje fueron los imprevistos que van surgiendo en el camino. Y tanto más cuando viajas en plan económico. Hubo días que mis compañeros me habrían matado. Sin embargo, sé que hoy lo recuerdan con cariño.

La primera impresión fue una habitación con ocho literas en un albergue de Florencia. Pero aquello fue sólo el principio. Después vinieron las noches durmiendo en la cubierta de un trasbordador entre Italia y Grecia (ida y vuelta); la madrugada que no nos abrían en el hostal y rompí la puerta de una patada; o el gato que no dejó de maullar toda la noche entre Nápoles y Venecia.

Capítulo aparte merece la gente que encontrábamos al paso: desde sudamericanos recorriendo Europa sin privarse de nada, dentro del nivel mochilero, claro; hasta españoles que iban a la mínima, para los que un paquete de patatas fritas era todo un lujo. Y después estaban los personajes locales, como la señora que compartió con nosotros su picnic de camino a Bari o el loco que se empeñó en regalarnos unas gafas de ver. 



Pero al final, lo malo (si es que realmente lo hubo) queda en un segundo plano, enterrado bajo una montaña de fotos y buenos recuerdos. Toda una experiencia que nos propusimos repetir y que todavía sigue pendiente. ¡Aún queda vida por delante!

miércoles, 11 de julio de 2012

Problemas, soluciones y mentiras


Me fastidia sobremanera que, mientras a los bancos se les suelta la pasta sin problemas, mis semejantes y yo vayamos a tener que pagar más por cualquier cosa. Y me molesta porque creo que cualquier banco tiene más culpa que yo de que el país vaya mal. A veces pienso que la economía, como la bomba atómica, es el colmo de la raza humana: hemos sido tan tontos de inventar algo con capacidad de jodernos a todos. Pero después recapacito un rato y pienso que no, que hay algunos, pocos y desconocidos, que se están poniendo las botas a costa de los demás.

Sin embargo, por lo pronto hay que aceptar que estamos metidos hasta el cuello en este sistema. Entiendo que el hundimiento de un banco perjudicaría también a las personas que tienen allí su dinero y que, por tanto, hay que evitarlo. Pero lo que no tengo tan claro es que subir el IVA, recortar los sueldos o la ayuda a los parados y la ristra de recortes que llevamos encima sean las mejores soluciones.

Hay país más allá de los bancos y hay otros españoles que necesitan recapitalización. Qué bonita palabra, por cierto. Gente demasiado mayor para encontrar un trabajo, pero demasiado joven para jubilarse. Una generación de jóvenes hartos de estudiar, de empalmar carreras, másteres y becas de todo tipo para al final no tener un lugar donde meterse. Tanta gente deseosa de colaborar con el sistema, de endeudarse hasta las cejas, de comprarse casas, coches y de pedir préstamos e hipotecas para pagarlo todo.

En cuanto a las mentiras de los políticos, la verdad es que ya no me sorprenden. Mientras la gente se indigna cada vez que el gobierno se carga uno de los puntos del programa de su partido, yo confío en que esto sirva para que esos que se enfadan den ejemplo y mientan menos en sus vidas. Qué gran sociedad tendríamos.

domingo, 1 de julio de 2012

Alegría y banderitas


Soy de los que me asombro por el gran espíritu nacional que se destapa en días de Eurocopas, Mundiales y competiciones deportivas en las que un español tiene posibilidades de ganar. Sin embargo, no por eso me parece mal que pasen cosas así. La gente parece contenta, y eso no es poco en estos tiempos.

¿Es malo que alguien se alegre por una tontería? Es más lamentable ponerse triste por algo insignificante, pero si el resultado es ser feliz no veo el problema. Es evidente que nadie va a despertar con una vida diferente este lunes porque la selección haya ganado la Eurocopa. De la misma forma que no lo habría hecho si el resultado hubiera sido el contrario.  Pero tampoco creo que se haga daño a nadie por ilusionarse con estas cosas.

Hay quienes se quejan de que la gente preste tanta atención al fútbol y tan poca a otros asuntos más importantes. Y llevan razón, pero apuesto que si España ni siquiera hubiera jugado este torneo, los niveles de atención hacia el resto de la actualidad tampoco hubieran sido superiores. El problema no es el fútbol, sino la educación de una sociedad convencida de que bastante tiene con preocuparse por su día a día como para ver más desgracias en los telediarios. Y no hay que echar la culpa de eso al deporte, sino a los propios despreocupados y, sobre todo, a quienes los hicieron ser así.

A otros, o quizá a los mismos, les preocupa el dineral que habrá que pagarles a los jugadores por ganar la Eurocopa. Y yo me pregunto: ¿qué partida de los presupuestos contiene este desembolso? Porque imagino que no hay un capítulo especial titulado “Por si acaso ganamos la Eurocopa”, con una asignación de varios millones. Con lo cual, supongo que lo sacarán de lo que ya hemos pagado.

A ver si va a salir de lo que se va a ahorrar en medicamentos. Y aún voy más lejos: ¿sabe algo al respecto la Unión Europea? Seguramente no, porque de otra forma lo habrían mencionado entre sus sugerencias, igual que lo de subir el IVA.  

De todas formas, sería un gesto que los jugadores – dada la situación que atraviesa el país al que representan y el mal nombre que tienen ahora las primas, por todo lo que está molestando la de riesgo – decidieran no cobrar su recompensa… Que siga soñando, ¿no?