sábado, 29 de octubre de 2011

Tintín en el cine - Por alusiones

¡Qué ilusión cuando hacen una película sobre uno! Y si la hace Spielberg, además de una ilusión es un honor. Por si todo eso fuera poco, el recurso de la animación me ha evitado varias semanas de trabajoso rodaje.

No soy especialmente aficionado a las películas de animación, pero hay que reconocer que han hecho un trabajo impecable. Hay escenas en las que, si no lo recuerdas, crees que estás viendo a personajes de carne y hueso. Otras veces, las grandes narices y los mofletes hinchados se encargan de devolvernos al mundo de la recreación informática. En cualquier caso eso no es un problema, sobre todo para un personaje que nació siendo un dibujo.

No me he sentido igual de cómodo con la historia. A su favor, diré que todos los personajes que aparecen en la película son creaciones originales de Herge, aunque algunos han ganado un papel mucho más importante para la ocasión y otros se quedan por explotar. También me han gustado las variadas referencias casuales a muchas de las aventuras: el jeep rojo de El país del oro negro, el Ruiseñor Milanés… No aportan nada al espectador neófito, pero tienen un toque nostálgico para el lector veterano.

El hecho de que mezcle los argumentos de varios libros no me pilló por sorpresa. Quedaba claro viendo el tráiler. Además, en el comienzo de la película, el enlace que hace entre una historia y otra es pasable. Sin embargo, puestos a mezclar, conforme se acerca el final se echa en falta otra aventura – El Tesoro de Rackham el Rojo – que claramente se han reservado para una segunda parte.

Así que le damos a la cinta un aprobado, ni raspado ni cercano al notable. Pero como le han hecho una campaña tremenda, es probable que las salas se llenen, Tintín vuelva a convertirse en un filón y se atrevan con nuevas aventuras. ¡Mejor suerte para la próxima vez!

sábado, 22 de octubre de 2011

Mi vecino el ruso (2ª parte): ¡Cómo está el patio!

Nuestras ilusiones de vivir pared con pared con un espía o un mafioso se han ido al traste. Los últimos acontecimientos nos han demostrado que Vladimir, el del 25, es un pobre diablo. Un pobre diablo que, eso sí, sigue hablando por teléfono a voces, así que su vida no es ningún secreto para nosotros.

Ayer a media mañana llamaba a su compañero Pepe – que, como veremos más adelante, juega un importante papel en la historia – contándole que le habían dado de hostias. Primera decepción: ningún espía que se precie se dejaría dar un puñetazo y se volvería a casa a lloriquear. Acto seguido, llamó a la policía para denunciar los hechos. Segunda decepción: cualquier mafioso que se precie hubiera ordenado meterle a su agresor una cabeza de caballo en la cama. No hay necesidad de mezclar a terceros en esto.

Un intenso trabajo de periodismo de investigación – basada en la escucha pared a pared y la observación por la ventana – nos ha permitido unir los cabos sueltos de esta historia. La profesión se lleva por dentro. El agresor en cuestión es el vecino del 29, “el del perrito”, según me apunta Milú. En caso de que os lo estéis preguntando, no me he mudado al Bronx. Todo esto pasa en Triana. ¡Cómo está el barrio!

El del 29 es el próximo individuo a estudiar. Según nuestras fuentes, después de la agresión en cuestión, el tío se quedó un rato tomando una cerveza en el bar de la esquina. Cuando volvió a casa, más o menos una hora más tarde, se le notaba bastante alterado. La duda está en si era por el enfrentamiento o porque iba más cargado de la cuenta.

Desde el primer momento sospeché que no se trataba de un hecho aislado y mis pesquisas confirmaron estas sospechas. El agredido se queja de que lleva cuatro meses soportando el acoso y las amenazas del matón del perrito. Pero ¿dónde está el origen de todo? Aquí es donde vuelve a aparecer Pepe. Al parecer, todo empieza un día en que Vladimir y Pepe vuelven a casa y éste último se queda mirando – no sé cuánto tiempo – por la ventana del 29. Su inquilino lo descubre y empieza a decirles de todo – bueno, de todo no, básicamente “maricones” y otros términos de su familia léxica – al ruso y su colega.

Y en esas estamos. Vladi sigue llorándole sus desgraciass a quien le escucha por teléfono. A mi me da pena. Aunque no he cruzado más de tres palabras seguidas con él, le cojo cariño a mis personajes. Pero a la vez me ha defraudado: yo lo tenía por un ser de la noche, curtido en mil batallas con porteros, chulos y mafias en general. Pero eso no quita para que siga convencido de que mi patio es el escondite ideal para cualquier que pretenda pasar desapercibido. Por cierto, el apartamento del otro lado está libre así que, hampones del mundo, aquí tenéis un refugio.