jueves, 17 de junio de 2010

El festival de las banderitas

No se ven el día de la fiesta nacional tantas banderitas como las que aparecen en cada partido del mundial de fútbol. Pero el fenómeno va más allá de los estadios y todo el país se viste de rojo y amarillo por seguir a la panda a la que le hemos pagado el viaje a Sudáfrica: los mercados se llenan de banderitas, las tiendas de ropa venden prendas rojas como si fuera la última moda, las de móviles se llenan de carcasas rojigualdas…

De pronto, no sólo a todo el mundo le interesa el fútbol, sino que empiezan a salir entendidos de debajo de las piedras. Y te empiezan a contar sus teorías de por qué jugamos bien, por qué jugamos mal, tenía que jugar éste, deberían triangular más… Y entre la charla del míster y el sonido de las vuvuzelas durante toda la retransmisión terminas con la cabeza como el bombo de Manolo.

Todo impulsado por un patriotismo que aparece de un día para otro, quizá como un sentimiento sincero que la gente lleva dentro y aflora ante estímulos especiales o simplemente es un ejemplo más de borreguismo mediático. Sea como fuere, igual que viene se va. Cuando termine el mundial, o cuando nos eliminen en el primer cruce complicado, a la gente se le olvida España, las papeleras del país amanecen llenas de banderitas y los mismos que antes lideraban el movimiento se encargan de gritar a los cuatro vientos nuestros defectos y nuestras desgracias. Y, terminado el mundial, otra vez a dar palos a los políticos por lo mal que nos va la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario