viernes, 9 de julio de 2010

Líneas de una noche de verano

Qué fácil es hacer feliz a un niño. Dale un par de teletipos, un ordenador y déjalo que hable por el micrófono. Ah, y págale a fin de mes por hacerlo.

A veces tres años parecen media vida. Pero qué bien sienta comprobar que la gente se acuerda de uno después de tanto tiempo. Y no por la vanidad de sentirse alguien importante en el grupo, sino por la sensación de que el buen hacer propio ha dejado una huella agradable en los demás.

Uno también se sorprende y se agrada a sí mismo. Comprobar que las habilidades adquiridas hace tiempo y hasta ahora en desuso siguen ahí reconforta. Es como volver a montar en bicicleta después de media infancia castigado sin ella. Mantener el equilibrio, avanzar tan rápido como antes, hacer piruetas… Hay cosas que no se olvidan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario