Desde su muerte, han ido apareciendo innumerables cintas con grabaciones inéditas. El apartamento del Dakota debía ser un desastre. Me imagino la cara de alegría de la viuda cuando un día, recogiendo cajas para bajarlas al contenedor de cartón en la esquina de la 72 con Central Parl West, encuentra de pronto un cassette con una etiqueta escrita a mano: “Real love”. Ojalá yo encontrara tesoros así ordenando mis cajones.
Pero alrededor de su música se ha creado un universo de símbolos, historias y todo tipo de productos susceptibles de producir dinero. Sin ir más lejos, tanto Yoko Ono como los medios cibernéticos de los Beatles han aprovechado este cumpleaños para lanzar su campaña de un millón de mensajes por la paz.
Seguramente a John no le hubiera importado que su nombre y sus canciones se utilicen como reclamo en contra de las guerras y cualquier otro tipo de violencia. Pero ¿a dónde van a parar los beneficios económicos que crea el tráfico de millones de personas por Internet para, de buena fe, participar en una cruzada más a favor de un mundo mejor? Apuesto a que no llega ni un céntimo a una cuenta a nombre de La Paz.
Estuve en Abbey Road el 8 de diciembre de 2000, el día en que se cumplían 20 años de la muerte de John Lennon. En la verja que separa la calle de los estudios EMI alguien había dejado unas flores – un manojo más que un ramo – y una nota escrita a mano. Un homenaje tan sencillo y tan sincero como, según cuentan, era la persona a quien va dirigido.

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