jueves, 9 de marzo de 2017

Tintín en Londres - Abbey Road

Si hay algún punto en el que se cruzan mis dos grandes pasiones debe ser éste. El 0.0 en un plano cartesiano donde la X es la música y la Y los viajes. El lugar donde nació la magia. Una peregrinación para reverenciar a aquellos que me han hecho pasar tan buenos ratos desde hace años. Todo eso es Abbey Road.

Según me voy acercando desde la estación de St. John’s Wood, pienso que aquella visita es una pérdida de tiempo. Abbey Road es solo una más de las miles de calles que componen el plano de Londres. O lo sería de no ser por cuatro genios que, después de haber revolucionado la música de los años 60 y cuando ya estaban a punto de mandarlo todo al garete, decidieron hacerse una foto cruzando uno de los pasos de cebra que atraviesan la calle.

Mis dudas duran apenas unos minutos. Se disipan en cuanto doblo la esquina y veo el pequeño edificio blanco de los estudios EMI. Los sonidos de la ciudad, que tanto me gustan normalmente, quedan silenciados bajo un suave manto de canciones y voces que inundan mi cabeza y que me resultan tremendamente familiares.

Aunque no tengo a nadie para que me haga la foto, no son pocos los turistas que, como yo, se han acercado al lugar como si fuese uno de los grandes monumentos de la ciudad. Así que echo mano de un par de ellos para inmortalizar mi visita. Una vez más, compruebo con desesperación que la gente no sabe hacer fotos. Mucho iPhone y mucha reflex, pero el encuadre sigue siendo una asignatura pendiente.


Por fin, cumplo el ritual de atravesar el paso de cebra. Me llamaréis loco, pero por un momento imagino que cuatro tipos caminan delante de mí. El primero viste totalmente de blanco, mientras que los demás llevan ropas más oscuras. También me fijo en que intentan caminar al unísono, pero uno de ellos, que además va descalzo, lo hace a paso cambiado.

Miro a mi alrededor y compruebo que no hay ningún Volkswagen Escarabajo aparcado en las proximidades. Tampoco consigo detectar ningún mensaje escondido en las matrículas de los coches que pasan por allí. Y cruzo una vez y otra vez y otra vez... Y me resisto a abandonar la calle. Mientras, al otro lado del parabrisas, un conductor cualquiera frena su coche ante un paso de cebra, que para él es uno más en su camino hacia algún lugar, y maldice a otro soñador que fantasea con ser un Beatle.

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