martes, 8 de noviembre de 2011

Tintín entre olivos - En el juzgado

He tenido que llegar a Jaén para estrenarme como periodista de tribunales. El dato en sí no me importa mucho, pero la experiencia ha sido interesante, aunque no muy agradable. Nada de glamour. Un caso cualquiera – un homicidio – que tan sólo ha merecido la presencia de dos o tres periodistas locales. La administración de justicia en estado puro.

El acusado llega en un furgón policial a la puerta de la audiencia. Lo bajan en plena calle. Nada de entrar por el garaje para preservar la intimidad del detenido. La verdad es que nadie se ha molestado en mirarlo. Quizá ni siquiera tienen garaje. La imagen – un hombre de unos 60 años, vestido seguramente con su mejor traje, esposado y custodiado por dos policías, como si pudiera escaparse – me resulta patética.

Lo seguimos escaleras arriba hacia la sala. Antes de entrar, lo encierran tras una puerta metálica roja con un ventanuco cuadrado en el centro. Un policía hace un gesto a mi cámara para que no grabe el interior. Cuando lo sacan, veo la pequeña estancia: no más de un metro de ancho por dos de largo, una fuente metálica y un saliente de la pared que hace las veces de banco. No creí que quedasen celdas así en el siglo XXI. Aunque no hayan sido más de diez minutos, me parece patético encerrar a alguien en un lugar así.

Comienza la vista y, por los testimonios, compruebo que el buen señor tampoco merece mucho más. El equipo de forenses ha descrito cómo le asestó a su víctima 26 puñaladas. Pero lo veo sentado en el banquillo y parece una mosquita muerta, con cara de perdido. Un día se le cruzaron los cables y ahora no sabe cómo salir de esta. Su abogado intenta jugar con esa pinta de poca cosa para rebajar la condena.

Mientras presencio la escena me hago varias preguntas. La primera es cuántos casos de homicidio se juzgan al año. La segunda es por qué unos sólo interesan al periódico local, que tiene que llenar muchas páginas de una provincia en la que apenas pasa nada, mientras que en otros se crea un circo en que cada mínimo detalle se convierte en la última bomba informativa. ¿Qué hace especial a una muerte frente a las otras?

1 comentario:

  1. Las muertes valdrán lo que se pueda pagar por ellas. Por dinero baila el perro y grazna el gato.

    ResponderEliminar