Lleva años siendo uno de los
grandes placeres de mi vida. Aunque esto de los días internacionales de… me
sigue pareciendo una tontería, la música se merece unas líneas. Y como, entre
una cosa y otra, se ha pasado ya la medianoche y ha acabado la jornada oficial,
me parece buen momento para mi pequeño homenaje.
Compañera de viajes, de noches
en velas, de largas horas de trabajo, testigo de tantos buenos instantes inolvidables…
Cada cuadro cuenta una historia y cada momento tiene su música. Esta tarde me
entretuve un rato buscando varios vídeos para colgar como celebración de la
jornada. Al final decidí que a nadie más le iba a importar si lo hacía o no,
así que me limité a escuchar las canciones yo solo, sin compartirlas con nadie
más. Pero el resultado fue un poco de todo: había pop, rock and roll, rock
sinfónico, jazz, música clásica… Todo es música. Y todo es maravilloso.
Por eso me encanta sentarme
con mis cascos en el sofá, como estoy haciendo ahora, y dejarme llevar por las
melodías, por las historias de las letras, por los ritmos. Y por un rato, mi
cuerpo se queda aquí y mi mente, recorriendo versos grabados en mi memoria como
la tabla del dos, otea montañas cubiertas de niebla, recorre la New Jersey
Turnpike en un viejo Greyhound, se toma un té en el Sáhara, despierta en Santa
Clara para ver llegar a los guerrilleros, sueña con el futuro paseando por el parque
Gorki o enumera mis semejanzas y diferencias con el Nowhere Man.
Y, después de todo eso, a uno
le dan ganas de crear alguna genialidad por el estilo. Todavía no me ha salido
ninguna, pero sigo en ello. Cientos de papeles llenos de frases sueltas lo
saben bien. Mientras los vecinos sufren mis intentos creativos, yo continúo
disfrutando de cada acorde que descubro, cada combinación de notas que suena
bien. Después de tantos años, todavía no me acabo de creer que unas cuantas
cuerdas y un trozo de madera o un aparato con una hilera de teclas, según el
caso, sirvan para crear tan buenas sensaciones. Pero, de hecho, así es.
Para hacer honor a todo lo
dicho, dejo de escribir y me entrego por completo a mi música. Suena Ringo, que
no es el autor más profundo ni el más creativo de mi discoteca, pero que se me
antoja apropiado para el calor que hace: I’d like to be, under the sea…