Sólo esta mañana, no sé
cuántas veces he leído en las redes sociales esto de pan y circo. Sin querer
entrar en un debate nominalista, como Mariano o mi tocayo el ministro, me
parece que esa expresión ya no vale. Porque el pan ya no es tan abundante como
antaño. Porque el mayor problema es que no hay pan para todos. La única ventaja
de esta escasez panadera es que ha despertado a muchos sectores de una
población que estaban aletargados. Las bocas llenas son bocas cerradas. Pero
cuando están vacías, como ahora, se abren en busca de un mendrugo que masticar.
Por el contrario, el circo se
extiende cada vez a más parcelas de la vida diaria de esta sociedad. Está bien
que haya circo, para el que le guste. Unos prefieren el cine, otros leer y otros,
por qué no, disfrutan con la Eurocopa, el Roland Garros o la Formula 1. El
problema es que el circo llegue a los poderes del Estado. Que en el fútbol se
digan barbaridades y se consienta todo me parece incluso sano, para desfogarse.
Pero otros asuntos, políticos o judiciales, no son un espectáculo y merecen una
seriedad y un rigor con que no se están tratando.
Escuchar al político de turno
diciendo que no va a hacer todo aquello que prometió se ha convertido en algo
demasiado habitual. Y el problema es que no pasa nada. Se da por hecho que,
aunque nos han dicho que este rescate, que no lo es, no va a suponer ninguna carga para la
ciudadanía, cualquier viernes nos pueden decir lo contrario. Y al final esto se
convierte en tema de cháchara en el bar, como el partido de esta tarde o no sé
qué tertulia de la tele, asuntos en los que somos meros espectadores, sin
ningún poder de decisión.
Si a lo mejor tienen razón estos
señores del Gobierno diciendo que no nos han rescatado. Cuando a uno lo
rescatan significa que lo ponen a salvo, ¿no?. Y parece que no es el caso. Si
te quedas atrapado por un alud de nieve en la montaña y te rescatan, te sacan
de allí y te llevan a un lugar seguro para atenderte. Si solamente te quitan un
poco de nieve de encima y te dejan en el mismo sitio para que bajes tú solo la
montaña, con el palizón que tienes encima, a ver qué palabra usamos para eso. Y
es que la lengua de Cervantes es tan rica que da para muchos debates
nominalistas. “¡Qué borrachera llevabas anoche!”. “Que va, iba contento nada
más!”. El hombre iba como iba, pero se puede describir de distintas formas.
La mayor diferencia entre una
afirmación y otra es la intención de la declaración: para uno es un hecho
vergonzoso y para otro un buen rato. Y esa diferencia de criterio es la que
mosquea cuando la expresan los que mandan. Sobre todo cuando el que hace unos
meses decía negro, ahora lo ve blanco. Podemos pasarnos horas discutiendo si la
selección ha jugado bien o podía haberlo hecho mejor, para pasar el rato. Pero
en asuntos más graves debería imperar la responsabilidad y la coherencia.
Porque entre los que no saben y opinan, los que saben mucho y se guardan sus
opiniones y los que hoy dicen digo donde ayer dijeron diego, esto sí que es un
circo de primera categoría.
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