Hace varios días que todas las
cadenas repiten la noticia de un pueblo de Cáceres que va a votar en referéndum
si dedicar 15.000 euros a comprar vaquillas para las fiestas o a crear algunos puestos
de trabajo eventuales. El tema en sí me parece una chorrada más de las muchas
que recogen las teles para rellenar informativos de una hora. En un esfuerzo
por buscarle algún interés, me he fijado en cómo algunos vecinos justifican ante
los periodistas sus votos. Por cierto, al final han ganado los toros. Una
decisión que, a mi entender, habla mucho de la naturaleza humana: lamentable.
Lo primero que me chirría es
la cobardía del gobierno municipal, que ha sido elegido para representar al
pueblo y decidir por ellos. Sin embargo, ante una medida difícil como es dejar
al pueblo sin fiestas, escurren el bulto y dejan la responsabilidad de la
elección a los ciudadanos. Es como si Rajoy convocara un referéndum cada
domingo sobre los recortes que propone el Consejo de Ministros cada viernes.
Tan fácil como irresponsable.
Pero alucino aún más con los
argumentos de los que piden los toros. “Es que ese dinero no da para tantos
trabajos”, “5.000 euros no solucionan nada”, “es que los trabajos siempre van
para los mismos”. En cuanto a las dos primeras razones, es difícil creer que la
economía local vaya tan bien como para que a tres familias no les vengan bien
5.000 euros. Sobre la tercera explicación, sin conocer a fondo la situación, se
me ocurren dos motivos: la envidia o el enchufismo. Ambos me encajan bien en el
perfil del humano medio, así que dejo aquí los dos apuntes y no me decanto por
ninguno.
Pero no todo es malo. También
hay gente, más cabal a mi juicio, que estaba dispuesta a sacrificar un año de
la fiesta del pueblo por sus vecinos. Después de sacrificar la educación y la
sanidad sin que nadie haya preguntado, esto tampoco debía suponer un esfuerzo
tan grande, digo yo.
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