jueves, 23 de agosto de 2012

Veraneando


No recuerdo si alguna vez había tenido tantas ganas de que acabase el verano. Se me está haciendo demasiado monótono. Y no es que lo esté pasando mal, pero la monotonía puede cansar incluso aunque las cosas vayan medianamente bien: cuando da igual martes que sábado, cuando cada telediario vuelve a contar lo mismo que el anterior, cuando estás tan harto de tapas y de cubatas que ya da igual uno más o uno menos, cuando despiertas pensando que puedes adivinar lo que va a pasar cada día sin miedo a equivocarte.

Por una parte, me tranquiliza comprobar que hay gente que piensa lo mismo que yo. Por otra, asumo que yo debo ser el primer culpable de esta situación, aunque no eximo de responsabilidad a mi entorno social, los medios de comunicación, la coyuntura económica o los fabricantes de bebidas alcohólicas, entre otros. Sin embargo, lejos de pretender ni esperar una reacción de ninguno de estos agentes, mi mayor esperanza es que cambie el tiempo.

Pero no se trata sólo de sacar los jerséis, abrir el paraguas y pasear bajo la lluvia. Es más bien una esperanza de que, a la par que llegan a los kioscos todo tipo de coleccionables y cursos por fascículos, septiembre traiga novedades, cambios. Que estoy harto de noticias de incendios y de olas de calor, de que la tele me aconseje no salir a la calle a las cuatro de la tarde. Que tengo ganas de que la actualidad vuelva a dar temas interesantes de los que escribir, ganas de un mediodía de cervecitas en El Salvador.

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