Cualquiera que se haya parado a
charlar dos ratos conmigo y me conozca un poco sabe que la radio es una de mis
grandes pasiones. Cientos de domingos escuchando el Carrusel Deportivo, tantos
madrugones con Gabilondo de fondo, tardes acompañado por los magacines de
turno, horas de risa con los Gomaespuma o noches de insomnio con los programas
de madrugada marcaron desde la infancia mi orientación profesional.
Mucha gente fantasea con
atravesar su televisor y meterse en la pantalla, en el mundo que cada día le
llega por ahí. Mi sueño era traspasar el altavoz de mi equipo de música y llegar
al otro lado. Y lo conseguí: logré que mi pasión se convirtiera en mi trabajo. Y,
a pesar de haber pasado varios meses en Radio Nacional y en la Cope – de los
que guardo grandes recuerdos y buenos amigos – siempre he considerado que Canal
Sur es mi radio, mi casa, mi familia en lo laboral. Porque siempre fui el
pequeño de la redacción, porque desde el principio sentí el cariño y el apoyo
de los compañeros, por los meses visitando a los primos de Málaga, de Granada o
de Jaén. Por muchas cosas.
Por eso, hoy que Canal Sur
Radio cumple 25 años, tengo una extraña mezcla de sentimientos: alegría porque
la radio pública siga en pie; orgullo
por saber que soy, al menos, un granito de arena en la montaña de este cuarto
de siglo; nostalgia por recordar tantos momentos de todo tipo; tristeza por no
tener muy claro que vaya a volver; envidia de todos los compañeros que siguen
disfrutando cada día de la magia de la radio.
Hoy me vienen a la cabeza todo
tipo de momentos: desde los que te hacían sentir privilegiado por estar en el
lugar donde pasan las cosas, donde muy pocos pueden estar, hasta los que exigían
un esfuerzo por aguantar la risa y mantener el tipo. La posibilidad de acceder
a políticos, deportistas, empresarios, artistas y personajes de todo tipo; la
responsabilidad de seleccionar los datos adecuados para compartirlos con la
audiencia; o esa escena en que, después de entrevistar a alguien, te pregunta
que a qué hora va a salir por la tele. “Señora, ¿usted ve la cámara? Este
aparato solo graba sonido”. En realidad se lo explicaba más amablemente, pero
cuántas veces me quedé con las ganas de decir eso.
Pero, entre todos los
recuerdos, me quedo con uno más sencillo, más íntimo y que, para mí, resume la
esencia de este medio tan maravilloso. Esa sensación de sentarte en un estudio,
ver que la luz roja se enciende, mirar al micrófono y pensar que, aunque estas
solo en una habitación, al otro lado de esa almohadilla naranja hay miles de
personas a las que, de una forma o de otra, estás acompañando.