lunes, 11 de noviembre de 2013

Mi radio y yo

Cualquiera que se haya parado a charlar dos ratos conmigo y me conozca un poco sabe que la radio es una de mis grandes pasiones. Cientos de domingos escuchando el Carrusel Deportivo, tantos madrugones con Gabilondo de fondo, tardes acompañado por los magacines de turno, horas de risa con los Gomaespuma o noches de insomnio con los programas de madrugada marcaron desde la infancia mi orientación profesional.

Mucha gente fantasea con atravesar su televisor y meterse en la pantalla, en el mundo que cada día le llega por ahí. Mi sueño era traspasar el altavoz de mi equipo de música y llegar al otro lado. Y lo conseguí: logré que mi pasión se convirtiera en mi trabajo. Y, a pesar de haber pasado varios meses en Radio Nacional y en la Cope – de los que guardo grandes recuerdos y buenos amigos – siempre he considerado que Canal Sur es mi radio, mi casa, mi familia en lo laboral. Porque siempre fui el pequeño de la redacción, porque desde el principio sentí el cariño y el apoyo de los compañeros, por los meses visitando a los primos de Málaga, de Granada o de Jaén. Por muchas cosas.

Por eso, hoy que Canal Sur Radio cumple 25 años, tengo una extraña mezcla de sentimientos: alegría porque la radio pública siga en pie;  orgullo por saber que soy, al menos, un granito de arena en la montaña de este cuarto de siglo; nostalgia por recordar tantos momentos de todo tipo; tristeza por no tener muy claro que vaya a volver; envidia de todos los compañeros que siguen disfrutando cada día de la magia de la radio.

Hoy me vienen a la cabeza todo tipo de momentos: desde los que te hacían sentir privilegiado por estar en el lugar donde pasan las cosas, donde muy pocos pueden estar, hasta los que exigían un esfuerzo por aguantar la risa y mantener el tipo. La posibilidad de acceder a políticos, deportistas, empresarios, artistas y personajes de todo tipo; la responsabilidad de seleccionar los datos adecuados para compartirlos con la audiencia; o esa escena en que, después de entrevistar a alguien, te pregunta que a qué hora va a salir por la tele. “Señora, ¿usted ve la cámara? Este aparato solo graba sonido”. En realidad se lo explicaba más amablemente, pero cuántas veces me quedé con las ganas de decir eso.

Pero, entre todos los recuerdos, me quedo con uno más sencillo, más íntimo y que, para mí, resume la esencia de este medio tan maravilloso. Esa sensación de sentarte en un estudio, ver que la luz roja se enciende, mirar al micrófono y pensar que, aunque estas solo en una habitación, al otro lado de esa almohadilla naranja hay miles de personas a las que, de una forma o de otra, estás acompañando.

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