Esta mañana había a las
puertas del Ayuntamiento de Sevilla concentración en defensa de El Correo de
Andalucía. Tenía que estar allí porque esa cabecera, la más antigua de la
prensa sevillana, forma parte de mi todavía corta historia como periodista.
Pero también porque, como profesional del sector, no puedo hacer menos ante la
situación que estamos atravesando.
Los compañeros del periódico
repartían unas octavillas. La mitad estaba dedicada a explicar su situación a
los ciudadanos, la parte inferior dejaba un recuadro en blanco con un sencillo
encabezamiento: ¿por qué crees que El Correo hace falta?”. No les he podido
dejar mi respuesta en papel, pero se la debo. Así que aquí está.
Como cualquier otro periódico,
El Correo se encarga de contar a sus lectores qué está pasando en su entorno,
en su ciudad, en su comunidad, en su mundo. ¿Cómo si no puede saber un
ciudadano cualquiera qué hace a diario su gobierno municipal, las empresas de
su entorno o tantos otros agentes que actúan a su alrededor e influyen en su
vida cotidiana?
Alguno dirá que hoy día casi
toda la información está en Internet. Sí, ¿pero de verdad está todo el mundo
capacitado para localizarla, entenderla tal y como se presenta, discriminar lo
real de lo falso? Sinceramente, creo que no. Y, precisamente, la labor de un
periodista es la intermediación entre las fuentes y los destinatarios.
Por eso, la desaparición de un
periódico es una puñalada más a una sociedad golpeada por la crisis económica y
por el recorte de derechos sociales que, poco a poco, se ha ido desprendiendo
de la desastrosa situación financiera. Significa
hacer a la ciudadanía más vulnerable aún, incapaz ya no solo de defenderse,
sino de siquiera enterarse de cómo les siguen cayendo golpes. Por eso, no
podemos dejar que nos cierren ni un periódico más.
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