domingo, 11 de noviembre de 2012

Tintin en el cine - Reality

El director de la película, Matteo Garrone, no debe ser un hombre muy querido en Nápoles. Hace unos años, a la vez que se hacía un nombre en el cine europeo, debió ganarse un lugar el punto de mira de la camorra con Gomorra. Ahora le mete mano a los napolitanos de a pie, que tampoco pueden quedar muy satisfechos de la imagen que se da de ellos. Sin embargo, para los espectadores del resto del mundo resulta una historia divertida.

Pero tras la risa que producen los personajes, ordinarios hasta decir basta, y las situaciones en las que se ven inmersos, la trama está llena de pequeños detalles que invitan a reflexionar sobre el abismo entre las distintas realidades de nuestros días: la que viven los ciudadanos cada día y la que muestran los programas de entretenimiento en televisión. Las calles más mugrientas de Nápoles son en realidad un pequeño ingrediente para montar una historia que bien podría suceder en cualquier ciudad occidental. Y no necesariamente en un barrio tan cochambroso.

Lucciano, un humilde pescadero que compagina su negocio con cutres trapicheos, sufre un cambio repentino cuando ve la posibilidad de ser elegido para una nueva edición de Gran Hermano. Cegado por la ambición de fama y opulencia, condiciona toda su vida al logro de ese fin, que a su juicio va a cambiar su existencia. Todo ello con la complicidad de su entorno más cercano: familiares, amigos y vecinos que no sólo lo apoyan, sino que lo admiran por lo que está a punto de conseguir.

¿Y todo para qué? Para llegar a ser como Enzo, el ganador de la última edición del concurso. Otro currito de clase baja, que ahora viste ropa cara, predica su filosofía de vida allá donde va y es aclamado por las masas. Uno de los perfiles propios de esa fauna de guaperas, tetonas y graciosillos a quienes la telebasura saca de su perra vida hasta que otro personaje más lamentable y soez ocupa su puesto y los devuelve al olvido y la miseria.

El que no quiera entrar en tantas reflexiones, simplemente puede disfrutar del patetismo de escenas que cuesta poco trabajo creer y personajes simplones, sin dobleces, que hacen reír casi con cada frase. Por cierto, genial la versión original, aunque sea imposible entender la mitad del italiano que hablan (para eso están los subtítulos). Espero que no haya perdido mucho con el doblaje. 

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