jueves, 19 de febrero de 2015

Tintin en Montenegro (III) - Un chino en Montenegro

Por alguna razón que aun no alcanzo a comprender, mis compañeros de trabajo tienen la costumbre de celebrar las grandes ocasiones en un restaurante chino. Se llama Hong Kong y está apenas se cruza una de las pequeñas puertas de la muralla que rodea la ciudad vieja de Budva. Solo llevo aquí un mes y ya he ido dos veces.

Además de en la lengua local, tienen carta en inglés, ruso, alemán e italiano. Básicamente, se puede comer lo que en cualquier otro restaurante chino. La verdad es que el pollo al curry está de muerte. Y los postres tampoco están nada mal. Solo hay una cosa rara: es el primer restaurante chino que conozco que no es propiedad de un chino.

A pesar de ser un lugar turístico, no es tan corriente como debiera ser que la gente hable otros idiomas. Por eso, de camino al chino el primer día que me llevaron, bromeaba sobre si estos chinos sabían inglés o si habían aprendido también montenegrino. Para mi sorpresa, me respondieron que tanto los dueños como el personal eran todos montenegrinos. Y, efectivamente, no hay más que entrar en el local para ver que no hay ni rastro de asiáticos por allí.

Pero no queda ahí la cosa. En mi última visita, no sé por qué, he prestado más atención al hilo musical. Y, para mi sorpresa, hemos pasado de un disco de versiones instrumentales baratas de grandes éxitos del pop a un amplio repertorio de música latina. Así que, sin darme cuenta me he visto inmerso en una de las situaciones más bizarras que se me ocurren: comiendo arroz tres delicias mientras escuchaba a Julio Iglesias.

Sin embargo, a pesar de tantas peculiaridades, no deja de ser un lugar bastante agradable. Si uno consigue abstraerse de la música y sumergirse en una buena conversación, es un lugar tranquilo, confortable y con buena comida. No puedo decir gran cosa sobre el precio, porque todavía no he pagado ninguna de las veces que he ido. 

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