miércoles, 2 de febrero de 2011

El día que los poderosos se jiñaron

Desde lejos, sigo con atención lo que sucede estos días en los países árabes. La historia se construye por ciclos, pero es llamativo como en unos pocos días tantos pueblos han tocado a rebato y se han levantado contra los regímenes que los controlaban desde hace décadas. Los métodos no son nuevos: llevar la movilización a las calles, colapsar el país y forzar un cambio. Lo significativo son los resultados.

Qué Mubarak se abrace a su sillón y no lo suelte ni con agua caliente o que Ben Alí se haya dado el piro a las primeras de cambio no sorprende demasiado. Son las dos opciones más repetidas en estos casos. Lo que más me ha impresionado de la situación son las medidas que algunos mandatarios han tomado para evitar las movilizaciones antes incluso de que se produzcan. De acuerdo que siguen siendo decisiones populistas y totalitarias, pero tienen su significado. Un claro signo de que los poderosos conocen la debilidad de su posición y de que el pueblo tiene más fuerza de la que parecía.

Es significativo que el camino a la democracia – el poder del pueblo – pueda empezar precisamente con una demostración de poder del pueblo. Paradójicamente, una vez que el régimen democrático se estabiliza, el ejercicio del poder queda limitado a las citas con las urnas y a protestas esporádicas reguladas por las leyes que desarrollan el derecho de manifestación. Mientras, la clase gobernante actúa sin miedo, legitimando sus actos en las atribuciones de una constitución y un puñado de papeletas.

Salvando las distancias, recuerdo un caso en un régimen democrático cuyo presidente del gobierno decidió entrar en una guerra en tierras lejanas a pesar de que medio país se lanzara a la calle para pedir lo contrario. Toda una lección de democracia, que quizá no venga mal recordar en estos días: dar a un gobierno el poder de la mayoría absoluta priva a la ciudadanía de cualquier capacidad de influencia en sus decisiones, que sin embargo se toman en nombre de todos.

Volviendo a la actualidad, ha sido importante la reacción de la comunidad internacional, que sin posicionarse claramente, ha dejado ver que está del lado de los revolucionarios. Quizá porque los líderes mundiales les dan la razón a los ciudadanos o simplemente porque ven próximo el cambio y no quieren dejar de lado a los vencedores. Es curioso que ciudadanos que viven a miles de kilómetros de sus fronteras les den más miedo que los de su propio país. En cualquier caso, todo un gesto.

Y en medio de todo este cacao, va Bisbal y la lía. Yo también espero, David, volver a ver más gente por las pirámides. Incluso me gustaría regresar yo mismo algún día. Me falta por entrar en una. ¡Faraón Mikerinos, tenemos una cita pendiente!

No hay comentarios:

Publicar un comentario