Cada vez que acaba una de estas retransmisiones políticas
(entrevista, debate electoral…) me pregunto lo mismo: ¿por qué sigo viendo
estas cosas? Supongo que aún confío en que algún día se animen y digan algo.
Pero, al final, nunca lo hacen.
Leo en Twitter a un compañero melancólico que recuerda con
añoranza a los políticos de antaño: Felipe, Guerra, Pujol… Se me ocurre pensar
que lo que diferencia a esta época de aquella es peso que han ganado los
asesores de comunicación. Aparentemente, la preocupación por la imagen ha
quitado espacio a la preocupación por idear mejores políticas. Al mismo tiempo,
echo en falta esta noche la labor de esos mismos expertos que le expliquen a
Rajoy que no se debe decir tanto “vamos a ver”, “eeemmm” y otras tantas
expresiones dubitativas.
Enfrente del político, nada menos que seis periodistas
que, para mi gusto, no han sabido hacerle una pregunta incómoda: de esas que
hacen difícil escaparse sin contestarlas, aunque el interlocutor esté preparado
para evadir cualquier tema conflictivo; esas en las que la falta de respuesta evidencia,
hasta para el más simplón de los espectadores, que el tipo no sabe qué decir; esas
que fuerzan a reconocer errores. No me gusta ir en contra del gremio, pero en
este espectáculo hay dos bandos y cada uno tiene que cargar con su culpa.
Porque, después de 45 minutos de aburrimiento, me quedo
igual que estaba al principio. El señor presidente tiene claro su camino:
recortar hasta la tumba. Parece que no se le pasa por la cabeza que para pagar
sus deudas, el país tendrá que ganar dinero de alguna forma. Sabe que tiene a
media ciudadanía en su contra, pero parece no importarle mucho. Lo ha dejado
claro hablando de las elecciones gallegas: “los gallegos tienen dos opciones:
una es el PP y la otra son 6 ó 7 partidos”. Una afirmación un tanto lamentable
en un líder democrático.
Pero eso es lo que nos queda hasta las próximas
elecciones, por lo menos. Habrá a quien le importe y habrá a quien no. Mientras
yo veía la entrevista, un vecino ensayaba con sus palillos y las sevillanas
puestas a todo trapo. Seguramente lo ha pasado mejor que yo. Pero alguien tiene
que hacerles caso a estos señores y preocuparse por lo que están haciendo. Aunque
sea para protestar con un poco de conocimiento.
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