martes, 25 de septiembre de 2012

Palos y mentiras



Llego de la calle y hago un barrido de canales en mi tele buscando información sobre lo que ha pasado y, aun a esta hora, sigue pasando en los alrededores del Congreso. Visto lo visto, casi preferiría no haber encontrado nada: poca información y opiniones bastante discutibles.

No he conseguido enterarme de cuánta gente ha ido a la protesta. Leo en el rótulo de una cadena que “1.000 radicales rodean el congreso”. Y personas normales, de las que han protestado pacíficamente, ¿cuántas había? Aun así, me parecen muchos mil radicales, comparados con la cifra que da otra cadena de 22 detenidos: si hay mil radicales, que los detengan a todos. A lo mejor es que no he entendido bien algo.

Pero más que la falta de datos, que por frecuente no deja de ser una desgracia, me alarma la facilidad y la impunidad con que se sueltan las mayores burradas. Varias tertulias repiten que se está atacando al estado de derecho, que se quiere derrocar a un gobierno democrático. Pedir la dimisión de un cargo público, manifestarse en la calle con ese fin, es lo más democrático de la democracia, valga la redundancia. Cuando se habla de derrocar, lo habitual es hacerlo a punta de pistola. Y los que lo dicen lo saben, yo lo sé, pero muchos espectadores no. Me resulta asqueroso que un político utilice esos argumentos, pero que lo haga un comunicador me parece además irresponsable.

Tampoco es aceptable recurrir siempre a la aparición de violentos para desacreditar estas manifestaciones. No voy a negar que los haya, porque sería inútil. Tampoco recurriré al argumento de que son infiltrados encargados de reventar el acto porque, personalmente solo tengo sospechas, no pruebas, para afirmarlo. Pero parece una cuestión de lógica pensar que son una minoría. Viendo la cantidad de gente que se ha concentrado esta tarde, si hubiera un sector mayoritario con ganas de gresca, Madrid hubiera ardido esta noche.

Lo triste es que, al final, los que sacan todos estos argumentos consiguen lo que quieren: que no se hable de lo que ha traído hasta allí a tanta gente. Hasta hace poco, nos quejábamos de tener un país de pasotas, en el que nadie movía un dedo más allá de su interés particular. A fuerza de palos, algo ha cambiado. Pero hay quienes se esfuerzan por conseguir que esta tendencia no prospere. Algunos lo hacen con todo tipo de argumentos, otros parece que lo quieren lograr también a palos. Da pena pensar que en España quede gente que no respeta la libertad de la ciudadanía para manifestarse libremente. Y lo más lamentable es que, entre esa gente, estén los miembros del Gobierno.

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