Una imagen me lleva rondando
la cabeza toda la tarde: las ratas abandonan el barco. Siempre lo hacen antes
de que pase algo malo, no después. Se avecina la catástrofe, algo peor todavía
de lo que ha pasado hasta ahora. Pronto nos enteraremos de qué se trata.
Estaba al teléfono hablando de
Esperanza Aguirre mientras ella daba su rueda de prensa de despedida. Casualidades
de la vida. Cuando he colgado, he echado un vistazo a la pantalla de mi
ordenador y me he enterado de la triste noticia. Para alguien será triste, digo
yo. Ella, por lo menos, estaba haciendo pucheritos.
La mente es caprichosa: he
escrito “pucheritos” y se me ha venido a la cabeza Celia Villalobos explicando
cómo hacer un buen puchero sin riesgo de pillar el mal de las vacas locas. Mi
memoria ha abierto la carpeta de “ministras metepatas”. Y hay unos cuantos
ficheros.
Precisamente, la conversación
sobre Espe comenzó recordando su admiración por la escritora Sara Mago. Y ha
terminado con los últimos episodios de la bronca con su jefe de prensa y sus
muestras de cariño hacia los arquitectos. Parecía más bien simplona cuando nos
la vendieron, pero vaya mala leche que ha echado con los años.
Ella también ha debido darse
cuenta y, por eso, ha decidido dedicarse a sus nietos y sus labores, a ver si
así se le endulza el carácter otra vez. Sólo espero que a nadie se le ocurra
ofrecerle un cargo de alta directiva en cualquier gran empresa. Porque ella no
quiere, pero igual la ponen en un compromiso y no puede decir que no.
En cualquier caso, algo tendrá
que hacer una mujer tan activa. Podía buscarse un trabajo nocturno, a una hora en que ya
haya terminado de ejercer de abuela. Ya hay quien la ve en Eurovegas,
repartiendo cartas en algún casino. también da el perfil de estrella de “El Gato al
Agua”. Madrid y España han perdido una gran política, pero Intereconomía puede
ganar una gran tertuliana.
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