miércoles, 23 de julio de 2014

Tintin por España (IV) - El estado de la Nación

Recorrer un país en tan poco tiempo da la oportunidad de hacer una radiografía del estado de la Nación. No diré si más o menos acertado que el que cada año retransmiten desde el Congreso, pero desde luego mucho más a pie de calle. Las fechas y el descenso general son de sobra conocidos pero, hablando cara a cara con pequeños empresarios de medio país, han llegado a mis oídos historias de esas que dan una idea de la dimensión real de lo sucedido.

Pasear por el centro de muchas capitales de provincia es desolador. Decenas de locales cerrados hacen pensar en la cantidad de negocios que han dejado de existir en los últimos cinco o seis años. Sobreviven las grandes cadenas y, con suerte, algún negocio local. En Madrid, Barcelona o Valencia apenas se nota el fenómeno. En el otro extremo, me han llamado la atención Zaragoza y Lérida. La primera figura como la quinta ciudad más poblada, según datos de 2013. La segunda bien podría ser el prototipo de pequeña capital de provincia. Y ambas han corrido una suerte parecida.

En Zaragoza se salva la principal calle comercial, pero en cuanto uno se aleja un par de manzanas se vacían las calles y todo tiene un tono más oscuro. Un moderno tranvía que recorre el centro y las terrazas abarrotadas de algunos bares dan una cierta sensación de prosperidad, pero basta con pasear un poco para ver que no es lo que parece.

En Lérida, ni siquiera la principal calle peatonal mantiene las apariencias. Grandes cristales llenos de polvo dejan ver tras de sí enormes locales vacíos. Pero, al menos, la zona conserva una afluencia de paseantes considerable. De camino a la Seo Vella, que preside la ciudad desde lo alto de una colina, las calles se convierten en un desierto.

El comentario más repetido es que todos se dieron un batacazo entre los años 2008 y 2009. Y eso significa que más de uno, ante la buena situación y la aparentemente imparable subida del mercado, decidió seguir creciendo y se gastó varios cientos de miles de euros en abrir una tienda nueva. Gente que llegó a aglutinar patrimonios millonarios, que abrió cuentas en Suiza, que tenía sueños y aspiraciones como comprarse un Ferrari y que, de golpe y porrazo, vio como sus beneficios se hundían y no eran capaces de afrontar sus deudas.

Ante esto nace la capacidad de vivir al día, de seguir adelante como sea y de no mirar los agujeros que dejas atrás. Esa habilidad que yo nunca he tenido y que me ha frenado a la hora de iniciar cualquier negocio. Pero hay quien lo hace, quien sabe echar cara al asunto. Supongo que esos son los que han sobrevivido.

Lo mejor de todo es que me dicen que parece que la situación comienza a remontar. Yo soy incrédulo por naturaleza, pero es cierto que son muchos los implicados que coinciden en repetir la misma idea.

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