jueves, 8 de enero de 2015

Tintin en Venecia (II) - Laberinto

Presumo de tener un buen sentido de la orientación. De entenderme bien con los mapas, pero también de guiarme por la luz del sol, recuerdos del entorno o por mi instinto para llegar al lugar que busco. Sin embargo, todo eso vale de poco en Venecia. Clara prueba de ello es que el centro de la ciudad está plagado de señales que indican el camino hacia los lugares más frecuentados por los turistas. Aunque hay algunos más, los cuatro más abundantes son “Piazza San Marco”, “Ponte di Rialto”, “Ferrovía” (la estación de tren) y “Piazzale Roma, una gran plaza  a la entrada de la ciudad a la que llega una gran cantidad de visitantes porque es el último lugar hasta el que pueden entrar coches y autobuses.

Pero salir del centro urbano y buscar alguna de los centenares de iglesias y rincones pintorescos que salpican Venecia es toda una odisea. No siempre es fácil localizarlos en un mapa, porque no todos aparecen. Así que hay que recurrir a referencias cercanas. Sin embargo, eso no es lo más difícil. Después hay que decidir el recorrido para llegar hasta allí. Y nunca hay una calle recta que vaya de un punto a otro.


Por lo general uno se hace una primera estimación: “hay que girar en la tercera a la derecha, después en la segunda a la izquierda y desde allí cruzar dos canales”. Y entonces echas a andar y descubres que donde el mapa decía que había dos calles, en realidad hay cinco. Solo que tres de ellas eran tan pequeñas que no se han molestado en dibujarlas. Entonces admites que estás perdido y decides guiarte por tu intuición: “tal sitio está hacia el oeste, el sol está por allí, así que voy hacia allá”. Y coges la primera calle que va en esa dirección, pero resulta que termina en un canal y no hay ni un puente para cruzarlo al otro lado ni una acera que lo bordee y te lleve al puente que estás viendo diez metros más allá. Así que toca desandar lo andado y encontrar una calle que te lleve hacia ese puente.

Todo esto, que parece una lata, en realidad es una forma estupenda de conocer Venecia. ¿Cuántos viajeros novelescos presumen de que van a “perderse por la ciudad”? Esto mismo. Y así se descubren lugares que quizá no tienen nada de especial en comparación con otros que están apenas a unos cientos de metros, pero que a un forastero le impresionan. Hay tranquilos canales, flanqueados por casas decoradas con flores o colgaduras; callejones oscuros y tan estrechos que no se pueden extender los brazos en cruz, puentes llamativos o patios de vecinos al estilo local.


Gracias a estos paseos, al tercer día comencé a pensar que ya llevaba demasiadas fotos de canales y que, probablemente, a la vuelta no le interesarían a nadie, que parecerían todas iguales. Aun así,  a cada paso me iba llevando el visor de la cámara al ojo derecho para capturar cualquiera de esos lugares.

No hay comentarios:

Publicar un comentario