lunes, 1 de junio de 2015

Tintin en los Balcanes (V) - Costa de Dalmacia

Croacia no deja de sorprenderme. Cada día que paseo por una de sus ciudades me planteo cómo, habiéndolo tenido tan cerca, nunca se me había ocurrido venir por aquí. Es verdad que las comunicaciones desde España nunca han ayudado, pero también es cierto que eso nunca ha sido un obstáculo para mí.

Mi centro de operaciones para el viaje está en Split. Durante años, mi única referencia de la ciudad fue el Hajduk, uno de los equipos de referencia en los mejores años del fútbol balcánico. Por supuesto, hay mucho más que eso. El casco antiguo, bastante bien conservado, es una de las maravillas del país. La parte central está llena de turistas, aunque su presencia no es todavía demasiado molesta en esta época del año. Sin embargo, basta callejear un poco para encontrar lugares con el mismo encanto pero en los que alternan mayormente los nacionales.


A unos 30 kilómetros está Trogir, más pequeña pero también maravillosa. Las torres de más de una decena de iglesias sobresalen entre las callejuelas de su ciudad antigua. Uno de esos lugares donde no hace falta un plano: basta basta echarse a andar y hacer caso a los ojos, perderse y encontrarse. Lo peor ha sido encontrarme un autobús de españoles que inundaban las callejuelas de la zona. Por suerte, parece que terminaban su recorrido cuando yo lo empezaba. En ocasiones resulta odioso encontrarse compatriotas por el mundo. Sé que suena mal, pero me tranquiliza saber que alguno que otro me habéis hecho la misma reflexión alguna vez.


No me gusta especialmente viajar en barco –el agua me parece un medio extraño y desconcertante–, pero esta vez era inevitable. La costa croata está salpicada de pequeñas y no tan pequeñas islas. A poco menos de una hora de Split está Brac. Recorriéndola encuentro varios de esos pueblos pintorescos en los que seguramente nunca pasa nada. Los paisajes también son alucinantes. Quizá el menos espectacular es el más famoso del lugar: la playa de Bol. En las fotos se ve como una lengua de arena que sobresale de la costa y termina en una punta, con el mar bañándola a ambos lados. Sin embargo, una vez que estás allí te das cuenta de que lo que parecía arena son en realidad piedrecitas del tamaño de guisantes.


Aunque los croatas llevan años queriendo promover el turismo de playa, en mi opinión no es su fuerte. En el mejor de los casos te encuentras estas grandes extensiones de chinos. Otras veces son tortas de cemento junto al mar. Las costas rocosas y los acantilados son mucho más bonitos, pero quizá no son el lugar más apropiado para los que quieran bañarse.

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