Llevo toda la mañana leyendo a compañeros para quienes
los periodistas no tenemos nada que celebrar en este día que el santoral nos
asigna. “Celebrar” no es desde luego la palabra más apropiada tal como está la
cosa, pero si es una buena ocasión para hacer valer nuestro trabajo o
reflexionar sobre él. Por eso, aunque no soy muy aficionado a los eventos
pomposos y de homenaje, me he acercado a la entrega de los premios de la
Asociación de la Prensa de Sevilla por ver qué ambiente se respiraba por allí.
La pompa ya hace tiempo que desapareció. El acto de hoy
no ha tenido mucho que ver con la última edición a la que acudí, hace tres
años. Los periodistas ya no manejamos tanto dinero. A pesar de eso, seguimos
atrayendo a la gente importante. No debe haber muchos colectivos que consigan
sentar juntos al presidente de la Junta de Andalucía y al alcalde de Sevilla, a
su vez jefe de la oposición autonómica. Habrá que aprovecharlo.
Los discursos, como no, flojos. Se salva el del representante
del gremio, reivindicativo aunque suave, seguramente por actuar como anfitrión.
Los de los representantes políticos, típicos, tópicos y pelotilleros. En todos
ellos, una idea común: renovarse o morir. Un argumento para reconocer la labor
de los galardonados y, a la vez, animar al resto de profesionales. Pero un
argumento tramposo.
Es evidente que uno no debe estancarse, acomodarse y
esperar que todo salga bien porque sí, ni ahora ni nunca. Pero tampoco está bien que alguien entre en tu casa, se dedique a destrozarlo todo y, cuando todo está
patas arriba., te recuerde que debes cambiar para seguir adelante. El poder político, al igual que el económico,
se ha beneficiado durante años de un modelo de periodismo que se hacía eco de
cada uno de sus movimientos sin poner muchas pegas.
El que más y el que menos, todos han hecho lo que han
querido con los medios públicos y lo que han podido, que no ha sido poco, en
los privados. Y ahora que los medios tradicionales se caen a pedacitos resulta
que hay que renovarse. Ahora toca emprender, que también es un argumento de
doble filo: emprender es poner en marcha ideas novedosas, satisfacer una
necesidad desatendida de la sociedad o incluso repetir un modelo con el que
otro ha tenido éxito; pero no puede ser un toque a rebato para que cada parado
se busque la vida y monte cualquier cosa. Los periodistas que se apañen como
puedan pero, eso sí, siguen siendo imprescindibles en una sociedad democrática.