Como buen viajero, intento
informarme un poco sobre mi destino antes de salir. Dresde tiene mucho sobre lo
que leer. Como la mayor ciudad de Sajonia, es una referencia histórica durante
siglos. Pero es uno de los episodios más recientes el que más me impresionó
desde un principio y uno de los más presentes durante mi visita.
Poco antes del final de la
Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas decidieron asestar un golpe a los
alemanes con un ataque aéreo sobre Dresde. En cuatro ataques consecutivos, se
calcula que dejaron caer cuatro mil toneladas de bombas, que arrasaron buena
parte de los edificios de la ciudad –sin distinguir los objetivos civiles de
los militares– y acabaron con la vida de varias decenas de miles de personas.
Las restauraciones –bastante respetuosas
y con una clara distinción entre lo que quedaba en pie y lo que se ha alterado
recientemente– y las nuevas construcciones dan a Dresde un aspecto bastante agradable.
Sin embargo, no siempre fue así. En muchos puntos de la ciudad se exponen fotos
de cómo quedaron dichos emplazamientos después del bombardeo.
Unión de los restos en pie y la zona restaurada en la fachada de la Frauenkirche
El ejemplo más llamativo es la
Frauenkirche, centro turístico de la ciudad y emblema de su resurgimiento. Las piedras
más oscurecidas que conforman la fachada de esta iglesia, sobre todo en la zona
del altar, presumen de ser las únicas que quedaron en pie, frente a las más
claras que fueron recolocadas más de medio siglo después. Los trabajos de
reconstrucción empezaron en los años 90 y concluyeron en 2005. El templo se alza en
medio de una amplia plaza, rodeada por bulliciosas cervecerías, tiendas y
hoteles lujosos. Pero no siempre fue así. Antes, era una explanada en la que se
amontonaban las piedras del edificio derruido. Una forma de recordar los
horrores de la guerra, según las autoridades de Alemania del Este.
Octubre de 1990
El simple hecho de observar los carteles explicativos da que pensar. Imaginar aquel espacio tan enorme vacío, pasear por una plaza llena de cascotes. Y sin embargo, ahora parece no haber pasado nada. Caminando por este lugar pienso en otras ciudades –particularmente en Sarajevo, aunque solo la conozco por fotos y documentales– en las que las huellas de la guerra siguen aún muy presentes y seguramente tardarán más en borrarse.
Sin embargo, en la próspera
Alemania, el centro de la ciudad arrasada casi 70 años atrás es ahora un lugar
agradable, tranquilo, armonioso. A pesar de todo, los modernos edificios cuadrados
de cemento y cristal, que se mezclan con las antiguas iglesias, castillos y
palacios reconstruidos en las últimas década, y las anchas calles, enormes
plazas y algún que otro solar desocupado dan idea de que el actual no es el
plano original de la ciudad.
. . .
Para más información sobre el
hecho histórico y divagaciones sobre la crueldad humana, os recomiendo el
documental El Drama de Dresde, que vi hace años y que ahora cobra algo más de
sentido.
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