domingo, 5 de enero de 2014

Preguntas incómodas

Lleva un par de días circulando  por Internet el vídeo de un periodista que pregunta a los presos de ETA si, ahora que aparentemente caminan hacia su desaparición, no están dispuestos a pedir perdón a sus víctimas. La gente parece estar muy contenta con el tipo. Yo, para variar, tengo algún pero.

Creo que la pregunta en sí es oportuna en el contexto, está bien formulada en principio. Perfecta. El periodista debe hacer preguntas incómodas, que saquen a su interlocutor del discurso preparado, por lo general conocido o al menos previsible, para así conseguir información realmente relevante y valiosa. El problema es que no son corrientes estas preguntas. Se las echa de menos en las comparecencias de los responsables de que eso que ellos mismos llamaban estado del bienestar se haya ido marchitando poco a poco.

Y ahí es dónde uno empieza a dudar dónde termina el periodismo y dónde empieza el espectáculo. A lo mejor es más fácil lucirse ante una panda de salvajes venidos a menos -que hace veinte años hubieran firmado tu sentencia de muerte por una escena similar- que plantear una cuestión en el mismo tono al representante de una organización, pública o privada, que puede cargarse a tu medio retirando su inversión en publicidad o, como poco, presionar para que te echen. 

Personalmente, me encantaría ver a un periodista crear una situación tan incómoda en la sala de prensa de la Moncloa o en la sede de la CEOE o en el sindicato de turno. Pero quizá no hace falta levantarse, ni acercarse a la mesa, ni ponerse en el tiro de todos los compañeros gráficos. Basta con que la pregunta se oiga bien.

Y se trata de hacer una pregunta, no de exponer una reivindicación. El trabajo del periodista es conseguir información y trasladarla a la sociedad, para que esta actúe en consecuencia. Pero arrogarse la potestad de hablar "en nombre de la paz, de la dignidad" me parece ir demasiado lejos. Y lo mismo vale para el proyecto de ley del aborto, la reforma del código civil, la reforma laboral y tantas otras barbaridades que suceden a nuestro alrededor todo el día. Las leo en la prensa, pero yo decido si las aplaudo, si las critico y cómo lo hago. 

Dicho todo esto, yo también espero que esos hijos de puta pidan perdón por todo lo que hicieron.

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