jueves, 12 de abril de 2012

Tintín en París (I) - Mi barrio

“Su habitación no estará lista hasta la una”. Ha sido la excusa perfecta para dedicarme a explorar el que va a ser mi barrio durante estos días. No lo tenía planeado así, pero eso me gusta.

Sin saberlo, he ido a parar a una de esas zonas donde la majestuosidad de París – sus grandes bulevares, sus edificios señoriales – se mezclan con la gente corriente. Parece un barrio tranquilo: con sus supermercados, una tienda de chinos, varias librerías, una farmacia, un bistró en la esquina.

Al doblar una esquina, me encuentro un mercado instalado en la parte central del bulevar. Los pocos turistas que pululan por aquí se mezclan con los habitantes del distrito 15, que hacen sus compras como todo hijo de vecino. Una anciana lleva entre sus brazos una docena de huevos liada en un cartucho de papel. Otra señora, que ronda los cincuenta, consulta con un amigo qué le apetece para el almuerzo de mañana.

Pero en París todo tiene un toque especial y un mercado, por muy callejero que sea, no podía ser menos. Unas bandejas cubiertas de hielo ofrecen un buen surtido de pescado. Un poco más allá, otro puesto vende aceitunas, que tienen buena pinta y huelen aún mejor. Y también hay baterías de cocina, marisco, juegos de cuchillos, ropa, productos de cuero, fruta, verdura, dulces… Y para el que no tenga ganas de cocinar, una amplia variedad de platos preparados. Un solo pero: ni rastro de jamón o de chorizo.

Termino este primer paseo presentándole mis respetos a Napoleón, que descansa para siempre al final de la calle. Esta primera toma de contacto con la ciudad me ha abierto el apetito, en todos los sentidos. Mi habitación debe estar lista ya: ordeno mis cosas y voy a por más.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Todo tiene un toque muy distinto en París que hace que sea uno de los lugares más especiales del mundo.

    ResponderEliminar