domingo, 15 de abril de 2012

Tintín en París (IV) - Medianoche en París

No han dado las doce, pero ya es noche cerrada. Como el personaje de la película, vago por una calle solitaria. Sueño con que un coche de otra época pare junto a mí y me lleve a conocer la noche parisina… No sé, por ejemplo de mayo de 68, para poner un poco de originalidad en la historia. Pero los pocos coches que pasan van demasiado rápidos como para detenerse a recogerme. Tampoco creo que ninguno sea de antes de 1990. La fantasía se cae poco a poco.

Paso junto a la sede de la UNESCO, a oscuras salvo por una gran esfera iluminada que decora la entrada. En una de las esquinas del edificio, tres o cuatro hombres de mediana edad están tirados en el suelo junto a una tienda de campaña, en la que parecen refugiarse por las noches desde hace un tiempo. Ni siquiera se inmutan a mi paso. Poco glamour hasta el momento.

Sigo mi camino y bordeo la Academia Militar. Entre los árboles aparece una columna de luz, con un gran foco que da vueltas sobre sí mismo todo lo alto. Ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo.

Igual que por las mañanas, de noche la torre Eiffel sigue siendo el principal imán de turistas de la ciudad. No llegan a ser manadas pero, considerando el aspecto desolado de las calles de alrededor, es una multitud destacable. Algunos se sientan en la hierba, otros sacan fotos o pasean.

Después de un rato disfrutando del entorno, vuelvo al hotel por los desiertos bulevares. No he encontrado a nadie interesante, pero ha sido un paseo agradable. La noche en París ha resultado ser tanto o más mágica que el día. Contemplar una ciudad, con tanta vida en otras horas, parada casi por completo tiene su atractivo. Invita a soñar, en todo lo que allí ha pasado, en lo que podría pasar. Y qué mejor que darle ideas a la mente antes de irse a dormir. Buenas noches.

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