domingo, 15 de abril de 2012

Tintín en París (V) - Una silla en el parque

A diferencia de otras grandes ciudades – pienso, por ejemplo, en Londres o Nueva York – París no tiene un gran parque, sino que está salpicada de jardines de un tamaño variable. No soy capaz de decidir cuál de las dos opciones me gusta más.

Una de las ventajas de la fórmula parisina es que prácticamente en cualquier recorrido que elijas para conocer la ciudad encuentras uno de estos rincones para hacer un pequeño descanso, comer o simplemente disfrutar del lugar. Se adaptan a todo.

De hecho, desde mis anteriores visitas a París, hay un detalle que para otros será una soberana tontería, pero que a mí me maravilla. Además de los bancos, en muchos de ellos hay sillas para que los paseantes se puedan sentar donde quieran. Parece una tontería, pero a mí me encanta.

Hace un rato, precisamente, disfrutaba de uno de esos instantes de paz en el jardín del Palais Royal. Con los pies apoyados sobre el borde de la fuente central, la mirada fija en el choro de agua y la mente en otro lugar. Frente a la rigidez del banco, la silla te permite elegir dónde sentarte, hacia dónde miras, si al sol o a la sombra… Cada cual que construya su momento.

En estos días han sido muchos los ratos que he pasado así, y que seguiré pasando, en otros tantos lugares: las Tullerías, el Jardín de las Plantas, los Jardines de Luxemburgo… Todos son parecidos: con mucha vegetación y una gravilla polvorienta que te deja los zapatos hechos un asco. Pero cada uno tiene un detalle especial que lo hace único.

Si pusieran sillas junto al estanque de los patos del parque María Luisa… quizá perdería allí más tiempo de la cuenta. O lo ganaría, según se mire. Mientras el cuerpo se relaja, la mente empieza a funcionar. Y da lo mejor de sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario