martes, 17 de abril de 2012

Tintín en París (VII) - Postales de Montmartre

Siempre que hago un viaje, me gusta hacer una pequeña recopilación de los personajes más curiosos que encuentro en mi camino. En el caso de París, se da la circunstancia, no sé si coincidencia o muestra de la realidad de la ciudad, de que prácticamente todos han aparecido en este barrio de Montmartre.

En la escalinata hacia el Sacré Cœur, hago un nuevo intento por conseguir que alguien me haga una buena foto. Ya adelanto que, una vez más, sin éxito. El elegido es un ciudadano japonés, que pasea por allí con otros compatriotas. De hecho, mientras él me hace la foto, una de sus acompañantes coloca una gran cámara sobre un trípode, aunque en lugar de dirigirlo a la iglesia , apunta escaleras abajo.

Cuando el chico me devuelve mi cámara, ella me dice algo en inglés, aunque yo sólo entiendo la palabra “together”, de lo que deduzco que quiere que ahora sea yo quien les tome a ellos una foto. Pero no, me vuelve a repetir su frase y entonces comprendo que lo que quieren es hacerse una foto conmigo. Horas después, sigo preguntándome por qué. Por cierto, nos hemos hecho la foto. No sé qué les contarán a sus amigos cuando vuelvan a casa y la enseñen. Pero si han venido de tan lejos y les hacía ilusión, ¿quién soy yo para quitársela?

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“Joaquín, Susana, desde Venezuela les deseamos una feliz entrada en el matrimonio y que tengan mucha suerte”. Unos escalones más arriba, dos chicos – de los que sólo sé que son venezolanos – graban este mensaje ante una cámara de vídeo. En principio pienso que están grabando una de esas breves presentaciones que últimamente muchos grupos preparan para proyectar en la boda de unos amigos. Pero, nada más terminar la grabación, los protagonistas se despiden de los dueños de la cámara, una pareja española, y cada uno sigue su camino.

Así que mi conclusión es que los españoles son una pareja de recién casados, de luna de miel en París, que van pidiéndole a cualquiera que se encuentran por la ciudad que les diga algo bonito como recuerdo de su primer viaje como marido y mujer. Lo que me lleva a otra conclusión: la gente está cada vez peor. A diferencia de los anteriores, esta pareja no ha requerido de mi colaboración. Supongo que, como no me han escuchado hablar, no se han planteado que puedo entenderlos. Pero no me quedo con las ganas: desde aquí les mando mis mejores deseos.

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Los últimos protagonistas de mi tarde en Montmartre son otra pareja. Los encuentro en la puerta de un supermercado. Él viste chaqueta, corbata y chistera, ella traje blanco de novia. Se refugian de la lluvia. Tan elegantes, pero sin paraguas. Apuesto lo que sea a que se han disfrazado de esa guisa para recordar su boda con unas fotos ante el Sacré Cœur. Y no es que yo tenga mucha imaginación. En mi último viaje a París, ya me topé con una pareja, aquella vez de japoneses, vestidos de boda y con fotógrafo profesional incluido.

Así que esta nueva experiencia no hace más que reforzar la conclusión extraída tras la historia anterior. El que antaño fuera un barrio bohemio ha sido invadido por colgados de todo el mundo.

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