martes, 4 de enero de 2011

Tintín en Tailandia (II): Postales de Bangkok

Bangkok – 14.12.2010
Lo que más impresiona al visitante de esta desordenada ciudad son sus contrastes. Barrios de rascacielos entre los que sobreviven oscuros callejones y casas cochambrosas conviven con armoniosos templos o con canales que recuerdan a una Venecia empobrecida. Y en medio de ese laberinto, un pueblo que mezcla sus más antiguas costumbres con las influencias llegadas de occidente.

El Wat Phra Kaeo es seguramente el lugar más bonito de la ciudad. Las distintas edificaciones que forman el complejo, las grandes figuras que lo custodian o los minuciosos murales que decoran sus paredes bien merecen la entrada, cara para lo que se estila por aquí. Es, básicamente, lo que uno espera encontrar cuando llega a esta parte del mundo.

Los templos son prácticamente el único remanso de tranquilidad en una ciudad bulliciosa desde primera hora de la mañana hasta medianoche. Está claro que las autoridades locales han optado por la expansión acelerada y han dejado el orden y la belleza para los monjes y sus recintos. El sistema de tren aéreo, que apenas cubre una franja de la ciudad, rivaliza en las alturas con las autopistas que atraviesan el casco urbano de lado a lado, llenando lo que podrían ser grandes avenidas ajardinadas de enormes columnas de hormigón.

Caminando por una acera, comprobamos que se va hundiendo y poco a poco se transforma en un pasadizo subterráneo lleno de tiendas de móviles, ordenadores y todo tipo de tecnología. Y es que el comercio lo invade todo. Grandes o pequeñas, no soy capaz de recordar una calle en la que no hubiera alguna tienda. Las más turísticas ofrecen todo tipo de imitaciones y artículos de recuerdo. En China Town se encuentra de todo y a buen precio, aunque la calidad no siempre es de fiar. En los barrios más populares, es fácil detectar como los gremios se reparten por calles. Entre los ejemplos más llamativos recuerdo calles en las que las aceras están invadidas por estatuas de buda de todos los tamaños y colores recubiertas por grandes plásticos para protegerlas; en otra, las guitarras eléctricas, desde las más clásicas a las de color rosa, cuelgan en las puertas de los locales como el que vende pañuelos de colores; o la calle de las funerarias, con ataúdes de todos los modelos y medidas.

A diferencia de otras ciudades, Bangkok no vive alrededor de su río – el Chao Phraya – sino que lo ha dejado a un lado y lo usa únicamente como ronda de circunvalación fluvial por la que transitan varias líneas de transporte público. En la otra orilla, el barrio de Thon Buri parece el área más humilde de la ciudad. Sin embargo, navegando por sus canales, entre sus casas de madera aparecen cada trecho lujosas villas o templos de tejados picudos y adornos brillantes.

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