sábado, 15 de enero de 2011

Tintín en Tailandia (IX): Las mejores sorpresas se encuentran (por Milú)


El sol sale para que nada deje de ser perfecto en nuestro penúltimo día en la isla Phi Phi Don. Así que desde muy temprano empezamos a disfrutar del mar y del sol. Estamos alejados de la gente, sólo rodeados por árboles y agua. Para mí, es uno de los días más maravillosos del viaje. Sin embargo, Tintín creo que empieza a aburrirse de tanta arena.

Nos queda pendiente una escapada a la playa de Maya Bay, que hasta ahora hemos retrasado porque un día estaba nublado, otro día iba a llover… Pero en realidad nos damos cuenta de que no nos apetece porque nos imaginamos otra cala más llena de guiris. Sin embargo, nuestras inquietudes por seguir viendo hacen que nos levantemos de las tumbonas sobre la una del mediodía, cuando los visitantes de esa zona se marchan de nuevo a Phuket porque sale el último barco de regreso.

Decidimos como siempre ir por nuestra cuenta. Empezamos a pasear por la arena y nos encontramos a nuestro amigo el barquero, que también nos llevó ayer a Phi Phi Town, y rápidamente nos saluda. Acordamos precio y empezamos los descubrimientos.

Primero llegamos a varias bahías y nuestras bocas y ojos se abren de par en par. Seguimos para adentrarnos más entre rocas llenas de vegetación y con un agua de un color tan azul que nunca había visto. De pronto, nuestro acompañante empieza a echar pan al agua y aparecen miles de peces de colores. También nos ofrece gafas y tubos de bucear y me sumerjo. “Very, very beautiful”. Y a Tintín le digo “baja”. Muy pronto estamos los dos descubriendo y disfrutando del paraíso marino.

Sigue nuestra excursión y a lo lejos vemos una pequeña playa escondida. El barquero nos habla, pero no nos enteramos. Pensamos que nos ofrece hacer algo más a cambio de un poco de dinero extra, pero su inglés sólo es acertado con los números. Y finalmente le decimos que sí. Llegamos a la orilla. Nada más bajarnos de la barca entendimos todo: había que pagar 200 bhats por parar allí. Todo merecía la pena. No paramos de mirar a nuestro alrededor. Para mí el paraíso, como para muchos cristianos el cielo. Ese mar en medio de palmeras y centenares de árboles, una arena tan fina que apenas mis pies la sentían, las rocas, los peces…

La noche también apunta maneras. Estamos viendo la peli The Beach en lo alto de una colina bajo las estrellas. A lo lejos se ve una tormenta que, por suerte, no nos afecta en absoluto. Ha sido un día lleno de sorpresas.

Se acerca el fin de nuestro viaje y la nostalgia nos acompaña. Tintín y yo intentamos grabar para siempre en nuestras retinas la estampa de este mar cristalino. Creo que nunca podremos olvidar las imágenes, los olores, los ruidos y las miles de anécdotas vividas en Tailandia.

Me encantaría tener dos días más para seguir disfrutando de todo esto, aunque pasara las navidades lejos de la familia. Tintín tampoco quiere volver, aunque desde hace un rato el dolor de cabeza hace que no esté sonriendo tanto como de costumbre. Pero es mejor así, irse encantado de un lugar diciéndole hasta pronto.

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