martes, 11 de enero de 2011

Tintín en Tailandia (VII): Tranquilo

Holiday Inn Phi Phi Island – 19.12.2010
Hace ya varias horas que el sol se puso. El canto de los grillos se mezcla con el sonido de las olas a mi alrededor. Levanto la cabeza y me sorprende una gran luna llena despejada que hasta hace no más de diez minutos había estado escondida tras una densa capa de nubes.Frente a mí, a escasos veinte metros, observo el mar y me entran ganas de bañarme. A través de la valla de madera de mi bungalow se cuelan también las luces de una pequeña piscina alimentada constantemente por dos fuentes con forma de elefante.

Estamos ya en nuestra última parada antes de volver a casa. Tres días en el lugar más lejano y más perdido al que jamás hemos llegado: una pequeña isla en la que ni siquiera cabe una carretera. Un pequeño paraíso en pleno siglo XXI.
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Entre el final del último párrafo y estas nuevas líneas, Milú y yo hemos tenido tiempo de inspeccionar los chiringuitos de la zona y remojar nuestros gaznates con los combinados locales. La banda sonora de la escena seguía corriendo a cargo del mar, que rompía apenas a medio metro de nuestros pies mientras bebíamos, y un dúo autóctono que destrozaba sin piedad clásicos de la historia del pop. No obstante, hemos pasado un buen rato haciendo voces y tarareando al son del Billy Jean de Michael Jackson o al Sex Bomb de Tom Jones mientras un par de americanos bailaban apasionadamente ante la agradecida mirada de los músicos.

Un mosquito da dos o tres pasadas sobre el cuaderno intentando leer antes que nadie mis notas. El efecto del repelente se debe estar pasando.

Si alguna vez he estado tranquilo, relajado, ha sido esta noche. No me apetece irme a dormir. Quiero disfrutar de esta paz todo lo posible. Algún día, seguramente no muy lejano, me vendrá bien tener reservas. A mi lado, Milú apenas hace ruido. Estoy seguro que piensa lo mismo que yo: que estos tres días sean los más largos de nuestras vidas.

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